Ideología de género – Pretensiones y desafíos
La colección 25 preguntas nace de la escucha de las
preguntas más habituales que creyentes y no creyen-
tes se formulan sobre temas religiosos o próximos a
la religión y moral católicas.
El estilo pregunta-respuesta permite brevedad y con-
cisión.
Los autores hacen un ejercicio de divulgación para
llegar al mayor número posible de lectores e invitan
a renovar los conocimientos sobre los temas tratados
con rigor y sencillez,
Presentación
En la sociedad y en la cultura actual se extiende
una corriente de pensamiento que pretende ne-
gar las diferencias sexuales, defendiendo la
igualdad absoluta entre varón y mujer, la liber-
tad para escoger o redefinir la propia identidad
y orientación sexual, con independencia de exis-
tir con un cuerpo masculino o femenino, consi-
derando que todo lo que implique diferencia,
conlleva desigualdad, discriminación y opre-
sión. Supone el oscurecimiento de la imagen del
ser humano, del matrimonio y de la familia.
Se trata de la ideología de género, que gra-
dualmente se ha ido introduciendo en todos los
ámbitos y foros, de manera particular, en los me-
dios de comunicación social, en las legislaciones
de los distintos países y en los sistemas educa-
tivos. Está ligada a diferentes corrientes cultu-
rales, como el existencialismo, el marxismo, el
estructuralismo y constructivismo social; y está
vinculada a la revolución sexual, al feminismo
radical y al movimiento homosexual.
A pesar de su carencia de base científica y
de fundamentación filosófica, esta ideología se
ha difundido e implantado socialmente. Es om-
nipresente y se está convirtiendo en expresión
de la dictadura del pensamiento único y de lo
políticamente correcto. Fácilmente no resultan
perceptibles a muchos sus consecuencias antro-
pológicas, sociales o educativas.
Por ello, nos parece absolutamente necesa-
ria, social y eclesialmente, una reacción crítica,
capaz de analizar, ponderar y valorar los postu-
lados ideológicos y las consecuencias que aca-
rrean, para no llegar socialmente al absurdo de
ocultar y negar lo evidente. Algo muy grave
está ocurriendo cuando, como afirmaba Orwell
describiendo el mundo totalitario, «el sentido
común se convierte en la mayor de las herejías».
De una forma muy sencilla y muy breve,
este es el objetivo de esta pequeña obra. Se trata
de una aproximación a la ideología de género
para conocer su origen y sus antecedentes, su
significación e importancia, sus consecuencias,
poniendo de relieve la inconsistencia científica,
la falacia antropológica y la negación de la na-
turaleza que la acompañan. Todo ello hará po-
sible evidenciar sus pretensiones y desafíos.
La publicación en esta colección popular me
ha exigido no solo concentrar las principales
cuestiones en torno a las respuestas a las 25 pre-
guntas, sino también el esfuerzo por la brevedad,
la concisión y la síntesis, así como la búsqueda
constante de la sencillez, claridad y precisión en
cuestiones que, con frecuencia, se presentan de
manera deliberadamente ambigua. Es posible
que la lectura de estas 25 cuestiones suscite en-
seguida otras muchas preguntas. No puede ser
de otra manera. Mi deseo es precisamente que
la lectura de estas respuestas ayude también a
plantear y responder personalmente las nuevas
cuestiones que puedan suscitarse.
1. ¿Qué se entiende por ideología?
A lo largo de toda la historia han existido ideas,
planteamientos filosóficos, corrientes intelectua-
les. Pero el término ideología no empezó a uti-
lizarse hasta finales del siglo xv11. Surgió en el
ámbito de la Ilustración, entre un grupo de in-
telectuales franceses denominados ideólogos,
para designar una nueva ciencia, la «ciencia de
las ideas». A través de ella querían mostrar las
fuentes del conocimiento humano, describiendo
los contenidos de la conciencia y poniendo en
marcha la teoría del conocimiento social del
pensamiento. Este sentido perdura durante el
siglo xn; pero desparece en el siglo xx.
A lo largo del siglo xx alcanza una significa-
ción polisémica. Se destaca a veces la perspecti-
va filosófica, entendiendo la ideología como
«todas las ideas o sistemas de ideas aceptados
por los individuos o grupos»; otras, prevalece
la dimensión social, política o el nivel de la ac-
ción. Así, se entiende como «el sistema de ideas
establecido con vistas a la acción»; o bien como
«un sistema de creencias o de valores que se
utilizan en la lucha política para influir en el
comportamiento de las masas» (Bobbio).
Actualmente la ideología se entiende como
un sistema de ideas y de valores, que pretende
ofrecer una visión global del hombre, de la so-
ciedad, de la historia, y que tiene la función de
guiar los comportamientos de las personas. Es
decir, expresa un sistema de ideas y de juicios,
explícito y organizado, destinado a describir,
explicar, interpretar y justificar la situación de
un grupo o de una colectividad; se inspira ade-
más en un conjunto de valores, que proponen
una orientación histórica a la acción de dicho
grupo. Según el Diccionario de la Real Acade-
mia Española es: «Conjunto de ideas fundamen-
tales que caracteriza el pensamiento de una
persona, colectividad o época, de un movimien-
to cultural, religioso o político».
Se trata de un sistema omnicomprensivo y
cerrado; no de un estado de opinión pasajero.
Es propio de las ideologías la consistencia y
continuidad. No implican necesariamente una
naturaleza política; pero desde el siglo xIx el
componente político resulta crucial. El sistema
ideológico se postula como modelo según el cual
ha de estructurarse toda la vida humana. Es in-
dependiente de la realidad y no está condiciona-
do por ella; al contrario, es la realidad la que es
definida como tal por la ideología. Una vez esta-
blecido el modelo, el sistema ideológico impone
su aplicación de manera omnímoda. Si alguien,
por ejemplo, comparte la ideología nazi o la
ideología marxista, su vida se desarrolla en con-
sonancia y coherencia con los presupuestos de
tales ideologías. En este sentido, merece la pena
resaltar cómo los dirigentes políticos se sirven
de las ideologías para movilizar a las masas.
Durante gran parte del siglo xx, en la civili-
zación occidental se desarrolló una fuerte lucha
entre las ideologías más extremistas de izquierda
y derecha (comunismo, fascismo, democracia li-
beral). Las ideologías se encarnaron en superpo-
tencias, que definían su identidad por su ideo-
logía. A partir de la mitad del siglo xx comienza
su declive. La decadencia de las ideologías ex-
tremistas genera convergencia entre ideologías
tradicionalmente antagónicas. Se llega, como ha
dicho Adela Cortina, a un «hibridismo ideológi-
co» en virtud del cual nos encontramos «más allá
de la derecha y de la izquierda».
Cada vez es mayor el acercamiento y la con-
vergencia entre el liberalismo y el socialismo, de
manera que seguir hablando en las democracias
liberales de derecha e izquierda se explica simple-
mente por el afán manipulador de defender un
último reducto ideológico. Las viejas categorías
aparecen como muy artificiales. En este sentido,
insiste Samuel P. Huntington en que en los últi-
mos tiempos las personas no se identifican por
la ideología sino por la cultura. El nuevo para-
digma de la política global no sería el de las ideo-
logías sino el de las civilizaciones.
Sin embargo, sigue viva la confrontación
ideológica en la sociedad actual. No es ya la con-
frontación del siglo xx entre el marxismo y la li-
bertad. La actual consiste en una confrontación
entre una concepción de persona y de sociedad
inspiradas en el humanismo occidental, por una
parte, y, por otra, en la ideología de género. Se
trata de dos sistemas omnicomprensivos y alter-
nativos. Quizá con frecuencia no se percibe esta
confrontación ideológica, porque no se es sufi-
cientemente consciente de lo que muchas veces
los defensores de la ideología de género ocultan:
que iniciativas concretas, como el «derecho al
aborto», «matrimonio» entre homosexuales, «de-
recho de transexuales a inscribirse en el Registro
Civil con el sexo que deseen», son expresiones
de una ideología fuertemente estructurada.
2. ¿En qué consiste la ideología de género?
La llamada con frecuencia teoría, enfoque o
perspectiva de género es, en realidad, una ideo-
logía. Según algunos estudiosos, se trata proba-
blemente de la ideología más radical de la his-
toria, porque, de imponerse, destruiría al ser
humano en su núcleo más íntimo y acabaría
simultáneamente con la sociedad.
Al hablar de la ideología de género nos re-
ferimos a un conjunto sistemático de ideas, ce-
rrado en sí mismo, que se presenta como teoría
científica respecto al sexo y a la persona. Su nú-
cleo central es el dogma pseudocientífico según
el cual el ser humano nace «sexualmente neu-
tro». Cada individuo es libre entonces de esco-
ger o redefinir la propia identidad sexual, en
función de la percepción subjetiva de su propio
sexo y de su orientación sexual, independiente-
mente del sexo biológico objetivo.
Sostiene que existe una separación absoluta
entre sexo y género. El género no tendría una
base biológica, sería una mera construcción cul-
tural. Por eso, la identidad sexual y los roles que
las personas de uno y otro sexo desempeñan en
la sociedad son productos culturales, sin funda-
mento en la naturaleza. En este sentido, antes
de ser varón o mujer, la persona es un ser huma-
no; el elemento sexual biológico no tendría más
importancia que la que pueda tener el color de
los ojos o del cabello.
Este rechazo a todo condicionamiento natu-
ral conduce a la ideología a sustituir progresi-
vamente la palabra sexo por el término género,
libremente definido por el individuo y siempre
revisable. La palabra género se convierte en el
concepto central de la ideología de género. La
identidad sexual se desconecta del cuerpo bio-
lógico sexuado y cada individuo puede cons-
truirla libremente. En definitiva, la ideología de
género propone la desvinculación de la sexua-
lidad de la naturaleza, considerando que el sexo
de un individuo es el resultado de una elabora-
ción social. Postula, por tanto, que ser hombre
o mujer no depende de una cuestión biológica,
sino de una opción personal; es decir, es el re-
sultado de una construcción social, una creación
de la propia voluntad. Es posible, pues, elaborar
el propio sexo a partir del deseo de cada indivi-
duo y, por tanto, elegir un género social distinto
del sexo dado genéticamente.
Los primeros autores que argumentan de
esta manera, parten de la premisa de que el
patriarcado es un sistema de dominación que
fundamenta todos los demás. En su acepción
sociológica, para la Real Academia Española,
patriarcado es «la organización social primitiva
en que la autoridad es ejercida por un varón jefe
de cada familia, extendiéndose este poder a los
parientes aun lejanos de un mismo linaje». Pero,
con este término, la ideología de género alude a
la hegemonía masculina en las sociedades anti-
guas y modernas, refiriéndose expresamente a
una situación de dominación y explotación.
Por tanto, la verdadera revolución tiene que
dirigirse a su destrucción, porque solo eliminan-
do el patriarcado puede ser libre la mujer. Con-
sideran que la relación entre los sexos es siempre
una relación de poder, o sea, que en el campo
sexual existe una relación de dominio y subor-
dinación, debido precisamente al patriarcado.
En la ideología de género, el patriarcado repre-
senta la institucionalización del control mascu-
lino sobre la mujer, los hijos y la sociedad, que
perpetúa la posición subordinada de la mujer.
Subyace en esta argumentación la conside-
ración de la mujer como un ser oprimido. Es
esta una premisa básica de la ideología de géne-
ro: la convicción de que la mujer ha estado opri-
mida y explotada por el varón a lo largo de toda
la historia, por ser mujer. Su liberación explica
el motivo para cualquier actividad liberadora,
tanto política, como educativa o antropológica.
El objetivo especialmente de esos autores pio-
neros de la ideología de género es liberar al ser
humano, particularmente a la mujer, de su bio-
logía. Según estos autores, la socialización de-
sarrollada en nuestra cultura está orientada a la
imposición de roles sexuales que tienen como
finalidad realzar el valor superior del varón so-
bre la mujer. Es, pues, la cultura la que establece
los comportamientos que corresponden a uno
u otro sexo; y como la cultura está dominada por
el sistema patriarcal, resulta que es el propio
patriarcado quien delimita los roles femenino y
masculino. No existe para ellos ninguna base
biológica que justifique la distinción de roles
entre varones y mujeres. El sexo es el cuerpo, O
sea, el aspecto biológico de los seres humanos,
algo completamente secundario; lo importante
es el género, que sería «la construcción social o
cultural» de la propia sexualidad.
En la ideología de género, el sexo no es ya
un dato originario de la naturaleza, que el hom-
bre debe aceptar, sino un papel social (ro!) del
que se decide autónomamente. Se niega, pues,
tener una naturaleza constituida por la corpo-
reidad que caracteriza al ser humano. El mismo
ser humano niega la propia naturaleza y decide
que esta no se le ha dado como hecho preesta-
blecido, sino que es él mismo quien la debe crear
y construir.
En efecto, según la ideología de género, esa
construcción la hace cada persona sobre sí mis-
ma, de forma autónoma, es decir, sin ningún
condicionamiento de su sexo biológico. El úni-
co condicionamiento externo sería el cultural,
esto es, las normas sociales atribuidas a cada
género. Por ello es importante el desarrollo de
políticas transformadoras de la percepción cul-
tural dominante del sexo. En este sentido resul-
tan sumamente ilustrativas las palabras que
Simone de Beauvoir dirige a Betty Friedan:
«Ninguna mujer debería estar autorizada para
quedarse en casa para criar a los hijos […]. Las
mujeres no deberían tener esta opción, porque
si existe, demasiadas mujeres optarán por ella».
Es decir, en nombre de la autonomía absoluta
habría que prohibir la opción libre de la mayo-
ría de las mujeres.
3. ¿Cómo surge y cuáles son sus antecedentes históricos?
Se puede fechar el nacimiento de la ideología de
género entre los años 1968 y 1975. Es el período
en que comienza su configuración. La carta de
ciudadanía y la oficialidad llega algunas déca-
das más tarde, a partir especialmente de la IV
Conferencia de la Mujer, celebrada en Pekín (1995).
Su origen está ligado a diversos movimientos y
corrientes culturales, como el existencialismo,
el marxismo, el estructuralismo y constructivis-
mo social; pero, en particular, está vinculado a
la revolución sexual, al feminismo radical y al
movimiento homosexual.
La llamada «Escuela de Frankfurt», integra-
da por pensadores de distintas disciplinas, ela-
boró una «teoría crítica de la sociedad» e intentó
difundir el marxismo en países contrarios a la
versión dogmática leninista. Entre sus represen-
tantes, Wilhem Reich y Herbert Marcuse preten-
dieron ensamblar algunas ideas de Marx con las
de Freud. Así, convierten la «lucha de clases» en
«lucha de sexos», en la que la mujer sería la cla-
se oprimida y el varón la opresora. La supera-
ción solo se alcanzaría con la «liberación sexual».
Las raíces del estructuralismo y del construc-
tivismo social se manifiestan de manera particu-
lar en la distinción entre naturaleza y cultura que
desarrolla Claude Lévi-Strauss y los postulados
sobre la deconstrucción que defienden Michel
Foucault y Jacques Derrida y que ellos aplicaron
a la sexualidad. Es patente también el influjo del
existencialismo ateo, de filósofos como Jean Paul
Sartre y Simone de Beauvoir, que aporta una
idea clave en el feminismo radical: «Una no nace
mujer; se hace». El género se convierte asíen una
construcción sociocultural.
Pero, como hemos destacado, en el origen de
la ideología de género influye de manera parti-
cular el feminismo radical. En general, el femi-
nismo es un movimiento organizado que defien-
de la igualdad de derechos de las mujeres y de
los varones en las leyes y en las costumbres. To-
dos los feminismos han buscado mejorar la si-
tuación de inferioridad que han sufrido las mu-
jeres en razón del sexo; y han reivindicado, por
tanto, un nuevo estado personal, social y jurídico
para la mujer que le permita conquistar su des-
tino propio y participar en las tareas comunita-
rias, político-sociales y religiosas sin excepciones.
Es un movimiento que ha evolucionado mu-
cho. A lo largo de toda la historia, ha habido
mujeres que han luchado por sus derechos. Pe-
ro hasta el siglo xix no parece posible hablar de
movimiento feminista. A finales del siglo xIx y
comienzos del xx aparecen en Europa y Norte-
américa los primeros movimientos organizados,
cuyo objetivo principal se concentra en conse-
guir algunas libertades públicas y privadas, co-
mo el derecho al voto y a la plena participación
política, al acceso a los estudios universitarios,
superando la graves desigualdades existentes
entre varones y mujeres.
A partir de 1968 comienza un proceso de
radicalización, bajo el influjo, especialmente,
de la «revolución sexual y de las corrientes de
pensamiento neomarxista». En el feminismo
comienzan a distinguirse dos corrientes, que
entonces se designan como feminismo de la dife-
rencia y feminismo de la igualdad.
El feminismo de la diferencia reivindica la
igualdad de derechos entre varones y mujeres,
sin negar las diferencias que entre ellos existen
desde el nacimiento y que obedecen a factores
genéticos y fisiológicos. El feminismo de la igual-
dad, en cambio, establece que mujeres y varones
son iguales y que las diferencias existentes entre
ellos se deben no a factores biológicos sino so-
ciológicos. Por ello, afirman que un varón puede
existir tanto en un cuerpo masculino como fe-
menino y a la inversa. Para este feminismo, la
naturaleza no nos hace hombres o mujeres, no
existen diferencias, todos somos iguales. Debido
a sus posturas radicales, a este feminismo de la
igualdad se le reconoce como feminismo radical
o feminismo de género. Es el que subyace en la
ideología de género, aunque actualmente las
corrientes feministas son muy variadas, distin-
guiéndose un feminismo liberal, socialista, mar-
xista, radical.
Las propuestas feministas sobre la elimina-
ción de la diferencia entre los sexos fueron y son
muy bien acogidas por los movimientos activis-
tas homosexuales. A partir de 1980, la alianza
entre el feminismo radical y el lobby homo-
sexual es muy intensa, uniéndose en un discur-
so contrario al matrimonio y la familia.
Desde estas raíces, en la sociedad actual, la
ideología de género se proyecta en el marco de
la filosofía posmoderna de la deconstrucción, al
servicio del feminismo radical, cuyo influjo es
preponderante en la elaboración de su doctrina.
4. ¿Cuál es su base científica?
Como hemos visto, según los defensores de la
ideología de género, cada individuo es libre de
escoger la propia sexualidad y debe ser respe-
tado el género de pertenencia. La persona ha de
buscar liberarse de sus condicionamientos bio-
lógicos. Y nadie debe ser discriminado por ra-
zÓn del género elegido, como no ha de serlo tam-
poco por razón de raza, color o religión. Según
esta perspectiva antropológica, la naturaleza
humana no lleva en sí misma características que
se impondrían de manera absoluta; por ello, to-
da persona podría y debería configurarse según
sus propios deseos, sería libre de toda predeter-
minación vinculada a su constitución esencial.
Sin embargo, la realidad es que cada ser hu-
mano nace en una determinada realidad, posee
un cuerpo, se encuentra en una condición hu-
mana que él no ha creado. Existe la diferencia
sexual y está en la base de la persona. De aquí
parte la construcción de la propia identidad. Es
artificial y falso, en cambio, afirmar que cada
uno puede elegir. El ser humano está determi-
nado en su corporeidad por los cromosomas
sexuales XX, si es mujer, o XY, si es varón, salvo
en rarísimos casos de anomalía o desorden del
desarrollo sexual.
Es decir, la diferencia sexual se funda en el
cuerpo. La primera manifestación es la diversi-
dad de los órganos genitales masculinos y feme-
ninos y su función respecto a la reproducción.
Pero, como explican los biólogos, la sexualidad
genital tiene sus raíces en una sexualidad genética,
o sea, en la predeterminación biológica del sexo
desde el momento de la concepción. Como es
sabido, existe ya una estructura masculina o fe-
menina en el núcleo celular. De los 23 pares de
cromosomas, portadores de toda la información
que se refiere al patrimonio genético, 22 pares
son «cromosomas somáticos» y un par introdu-
ce la variante sexual. El cromosoma «Y» deter-
mina normalmente el sexo masculino; además,
provoca un desarrollo genital masculino, mien-
tras su ausencia determina espontáneamente el
desarrollo femenino.
La propia estructura cromosómica define
directamente el tipo de glándulas genitales (sexo
gonádico), que segregan hormonas sexuales mas-
culinas o femeninas. A ellas se deben los carac-
teres secundarios (cambio de voz, desarrollo de
las glándulas mamarias en la mujer, etc.), la ac-
tivación de la sexualidad y, en particular, que el
sistema nervioso adquiere capacidad sexual.
Enraizada en el cuerpo, la diferencia sexual
entre los seres humanos se extiende a toda la
existencia y abarca todas las manifestaciones de
la personalidad. Desde las raíces genéticas hasta
las expresiones más espirituales, la persona sien-
te su singular peculiaridad. La sexualidad no se
reduce, pues, al ámbito de lo genital; designa las
características que determinan y condicionan
nuestra forma de ser masculina o femenina. Da
origen a dos formas de ser en el mundo, a dos
modos diferentes de pensar, sentir y querer.
Es cierto que más del 99% del código gené-
tico de los varones y las mujeres es idéntico.
Entre los 30.000 genes del genoma humano, la
variación del 1% entre los sexos resulta muy
pequeña. Pero los estudios científicos recientes
manifiestan que «esa diferencia influye en cual-
quier pequeña célula de nuestro cuerpo, desde
los nervios que registran placer y sufrimiento,
hasta las neuronas que transmiten percepción,
pensamientos, sentimientos y emociones» (L.
Brizendine).
En el ser humano, como escribió Marañón,
«la huella del sexo se descubre, desde las más
llamativas hasta las más delicadas manifestacio-
nes de la vida». Además de ser garantía de una
función biológica muy determinada —la gene-
ración de la prole—, la sexualidad es un princi-
pio de configuración: el ser humano percibe,
siente, piensa y quiere como varón o como mu-
jer. Por ello, como explicó A. Carrel, la mujer
difiere profundamente del varón. Cada una de
las células de su cuerpo lleva la marca de su
sexo. Y lo mismo ocurre con sus órganos y, so-
bre todo, con su sistema nervioso. Según Carrel,
las leyes fisiológicas son tan inexorables como
las del mundo sideral. No pueden ser sustitui-
das por los deseos humanos. Estamos obligados
a aceptarlas como son.
No existe, pues, ninguna base científica pa-
ra fundamentar la elección del género de perte-
nencia. Y no puede existir precisamente por el
punto de vista con el que se propone: la orien-
tación, el deseo y las preferencias de cada uno.
Las pertenencias de género pueden ser nume-
rosas, no simplemente las reivindicadas por los
colectivos de LGBT (lesbianas, gais, bisexuales,
transexuales). Pero no tiene sentido hablar de
opción y elección personal.
La sexualidad biológica, de la que se debe
partir, no es opcional. No se trata de elegir sino
de tomar conciencia de lo que se es por natura-
leza. Negar o infravalorar esta referencia es en-
gaño y termina por traicionar la realidad más
profunda y verdadera de la persona. Hablar de
respeto a la naturaleza del ser humano no es una
metafísica superada. Su desprecio supone la
autodestrucción del hombre.
5 . ¿Cuál es su fundamento filosófico?
Independientemente de los fundamentos cien-
tíficos, la ideología de género se basa en la filo-
sofía, especialmente en la antropología. El ver-
dadero problema que plantea la ideología de
género es antropológico; afecta profundamente
a la concepción de la persona.
En cuanto ideología representa una visión
total de la vida, que pretende transformar la
sociedad para instaurar una humanidad nueva
en la que desaparezca la diferencia sexual. Fi-
losóficamente participa y se basa de forma es-
pecial, como hemos anotado anteriormente, en
dos corrientes del pensamiento. La primera
procede de la filosofía de Jean Paul Sartre y de
Simone de Beauvoir, cuyá tesis fundamental se
podría concentrar en la idea de que la existencia
precede a la esencia. Parten del presupuesto
radical de que «Dios ha muerto», como aseguró
Nietzsche, y, por tanto, no existe ningún orden
ni metafísica: «Si Dios no existe, hay por lo me-
nos un ser en el que la existencia precede a la
esencia, un ser que existe antes de poder ser
definido por ningún concepto, y que este ser es
el hombre o, como dice Heidegger: la realidad
humana» (Sartre).
Esto significa que el hombre, tal como lo
concibe el existencialismo, no es definible, «por-
que empieza por no ser nada, no hay naturaleza
humana porque no hay Dios para concebirla».
Entonces, el hombre es un proyectarse hacia el
porvenir, es crearse a sí mismo; por eso, el hom-
bre no nace, sino que se hace. En esta filosofía
existencialista se asienta el pensamiento femi-
nista de Simone de Beauvoir: la mujer es un ser
sin ninguna determinación previa, y, por tanto,
sin una naturaleza femenina. Al igual que su
maestro, comparte la idea de que la vida debe
acometerse como un proyecto sin determina-
ción; por eso, «la mujer no nace, se hace».
Por otra parte, la ideología de género bebe
también en la corriente representada por Michel
Foucault. Este filósofo estructura su Historia de
la sexualidad en torno a una idea fundamental:
«La sexualidad no es una simple realidad natu-
ral que las distintas sociedades y épocas histó-
ricas reprimen cada una a su manera, sino que
es ella misma el resultado de un complejo pro-
ceso de construcción social». Es decir, para Fou-
cault el sexo se entiende como un invento arti-
ficial del poder, que lo utiliza a su antojo, como
instrumento de dominación. La relación sexual
expresa, pues, una relación política. No es una
relación de naturaleza pulsional, libidinosa o
gozosa, es un espacio político donde manifiesta
una relación de poder.
Foucault sostiene y defiende que el sexo es un
producto de un discurso político concreto, pro-
ducto que el poder dominante en cada época his-
tórica utiliza para controlar la sociedad de su
tiempo. No existen, por tanto, referencias o certe-
zas, ni físicas ni metafísicas. La verdad o la men-
tira, el bien y el mal, serán lo que decida la volun-
tad de poder. Por ello, no resulta difícil a los
ideólogos del género deducir del mensaje de
Foucault la conclusión de que no solo el género
es una construcción cultural, sino también el sexo.
La revolución antropológica que supone la
ideología de género implica una falacia profun-
da. El hombre niega tener una naturaleza pre-
constituida por su corporeidad, que caracteriza
al ser humano. Niega la propia naturaleza y de-
cide que esta no se le ha dado como hecho prees-
tablecido, sino que es él mismo quien se la debe
crear. Al no admitir el dato de la naturaleza, al
preceder la existencia a la esencia, es el ser huma-
no quien tiene que modelarse a sí mismo según
lo que él quiera. Solo de ese modo es libre. Pero,
no reconociendo el propio ser biológico, el ser
humano se opone en último término a su ser cria-
tura. Quiere convertirse en su propio creador. En
este sentido, recordaba el por entonces cardenal
Ratzinger que «la ideología de género es la última
rebelión de la criatura contra su condición detal.
Con ella, el hombre moderno pretende librarse
incluso de las exigencias de su propio cuerpo: se
considera un ser autónomo que se construye a sí
mismo; una pura voluntad que se autocrea y se
convierte en un dios para sí mismo».
Desde una antropología unitaria no es posi-
ble aceptar los postulados de la ideología de
género. El ser humano es cuerpo y alma sustan-
cialmente unidos. De manera que la persona no
es un compuesto de dos seres o sustancias, sino
una sustancia compleja, que surge de la unión
de dos principios de ser. Así se expresa la expe-
riencia que el ser humano tiene de sí mismo,
percibiéndose simultáneamente como «carne
animada» o como «alma encarnada». Por ello,
toda acción, pasión o vivencia humana es cor-
póreo-espiritual, o como dice Zubiri, «la activi-
dad humana es unitariamente psico-orgánica
en todos, absolutamente en todos su actos». Los
gestos corporales delatan la interioridad del yo
y hacen reconocible la persona. Y en la corpora-
lidad se encuentra ineludiblemente la sexuali-
dad. Por eso, el ser humano es impensable fuera
de su condición sexual. La diferenciación sexual
no se reduce al ámbito corpóreo; impregna lo
más íntimo del varón y de la mujer.
6. ¿Es lo mismo feminismo que ideología de género?
No, no lo es. Pero el feminismo, como hemos
visto, juega un papel muy importante en la con-
figuración de la ideología de género, especial-
mente las corrientes del llamado feminismo
radical, que algunos llaman también feminis-
mo de género, identificándolo con la ideología;
y, a su vez, la ideología de género refuerza los
planteamientos del feminismo.
El feminismo es un movimiento sociopolíti-
co, crítico y militante, que se configura desde un
proyecto emancipatorio de la mujer, vertebrado
en las ideas de autonomía e igualdad. Se afirma
doctrinalmente ya en la Revolución francesa con
la Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciu-
dadana (1791). Partiendo de la postergación fe-
menina en la vida pública, progresivamente ha
crecido la reivindicación de la igualdad de la
mujer con el varón. La primera fue la igualdad
política (derecho al voto, derecho a elegir y a ser
elegida). Es el feminismo de comienzos del siglo
xx. Llega después la reivindicación en la esfera
civil, que da origen a una segunda corriente fe-
minista que trata de igualar las mujeres a los
varones en todos los derechos civiles, como la
adquisición y administración de bienes.
La década de los sesenta del siglo pasado fue
un tiempo de intensa agitación política. Las con-
tradicciones del sistema motivan el resurgir de
diversos movimientos sociales radicales, como
el antirracista, el estudiantil, el pacifista y, entre
ellos, también el feminista. Todos tienen un mat-
cado sesgo contracultural. Se produce además en
estos años una gran crisis de identidad de la mu-
jer, provocada por la «revolución sexual», por las
nuevas condiciones de las mujeres, mayor nivel
cultural, cambios profundos en la familia, apari-
ción y difusión de la píldora anticonceptiva. El
fácil acceso a los medios de regulación de la na-
talidad provoca cambios notables en la concep-
ción y actitud hacia la vida sexual. El movimien-
to feminista acepta la anticoncepción y, al mismo
tiempo, reivindica la exacta igualdad con los
varones en materia sexual.
El movimiento feminista se reorganiza y
alcanza un nivel internacional. Empieza a cues-
tionar el marco patriarcal y machista de la socie-
dad; plantea la opresión de un sexo por el otro.
Las mujeres descubren que la maternidad y las
tareas domésticas no bastan para realizarse co-
mo personas. Y el movimiento comienza a de-
fender la igualdad de derechos con los hombres
en las leyes y en las costumbres. Reivindica un
nuevo estado personal, social y jurídico para la
mujer, que le permita conquistar su propio des-
tino y participar en las tareas comunitarias, la-
borales, sociales, políticas y religiosas sin excep-
ciones y al mismo nivel que los varones.
A finales del siglo xx, en la década de los
noventa, el feminismo se institucionaliza plena-
mente, sobre todo a través de organismos acadé-
micos y gubernamentales. En el ámbito institu-
cional de las Naciones Unidas, diversas Agencias
de la ONU significan un foro abierto al debate
sobre la igualdad entre hombres y mujeres. Se
proclamó 1975 como Año Internacional de la
Mujer y se celebró en México la primera confe-
rencia mundial. Desde entonces se han multipli-
cado conferencias y declaraciones para la inclu-
sión del enfoque de género en las instituciones.
Pero muchas de las corrientes de este femi-
nismo que intenta la igualdad de derechos entre
varones y mujeres, no niegan las diferencias fi-
siológicas y genéticas que existen entre ambos.
Reconocen que la naturaleza ha hecho diferente
al varón y a la mujer y que existen, por tanto,
comportamientos, entre ellos los sexuales, que
se ajustan y amoldan a estas características es-
pecíficas de la biología. Los primeros movimien-
tos feministas buscaban la igualdad jurídica y
legal, el derecho al voto y a la educación, la par-
ticipación en todos los ámbitos sociales en igual-
dad con el varón. Luchaban por conseguir un
trato justo y sin discriminaciones. Representan
sin duda una aportación importante en el reco-
nocimiento de la dignidad de la mujer.
Sin embargo, ya a finales de la década de los
sesenta del siglo xx, el movimiento feminista se
escinde, dando origen, como hemos destacado,
a distintas organizaciones. Surge una corriente
radical, que empieza a denominarse feminismo
de género, que establece la igualdad entre muje-
res y varones, defendiendo que las diferencias
existentes entre ellos se deben a factores sociales
y culturales, no a la biología. El ideal emancipa-
torio del feminismo se politiza, transformando
sus pretensiones igualitarias en programas po-
líticos. Este nuevo feminismo radical pretende
hacer iguales a hombres y mujeres, no aspiran-
do simplemente a modificar las leyes, sino a
cambiar todo el discurso sobre el conocimiento
humano, la forma en que nos pensamos a noso-
tros mismos, en que entendemos el mundo y en
que nos relacionamos.
Es este feminismo el que influye directa-
mente en la ideología de género y, con frecuen-
cia, llega a confundirse e identificarse con ella.
Pero, en realidad, la ideología de género, toman-
do el lenguaje feminista, mantiene una postura
opuesta a las reivindicaciones feministas. Su
objetivo no es mejorar la situación de la mujer,
logrando el reconocimiento de todos sus dere-
chos civiles y políticos. La ideología de género
propone, en cambio, la completa eliminación de
las diferencias sexuales en los seres humanos,
como presupuesto para llegar a una nueva so-
ciedad, porque, para sus defensores, ser hombre
o mujer no depende de la biología sino de la
elección personal.
7. ¿Influyen también los movimientos homosexuales en la ideología de género?
Sí, a ello hemos aludido anteriormente. La ideo-
logía de género no solo es sostenida y defendida
por el feminismo radical; también los movi-
mientos de gais y lesbianas mantienen los obje-
tivos y muchos de los planteamientos de dicha
ideología. Están interrelacionados y se influyen
recíprocamente.
El movimiento y las asociaciones gais apare-
cen en la segunda mitad del siglo xx. Y a partir
de la formación de estas asociaciones comienza
a construirse la identidad homosexual. Hasta
entonces, el homosexual ni era consciente ni de-
fendía tener una identidad sexual diferenciada
de la heterosexual. Los primeros grupos gais
pretendían conseguir el reconocimiento social
de sus prácticas afectivo-sexuales. Después, de-
fendieron el supuesto derecho a la equiparación
con las parejas heterosexuales. La argumenta-
ción de los activistas homosexuales aduce que
la inclinación homosexual es algo innato; por
ello, el comportamiento homosexual es un de-
recho humano que la sociedad debe respetar.
En los años sesenta, con la llamada revolu-
ción sexual, la homosexualidad comienza a ser
un asunto de debate y polémica. El movimiento
gay se consolida, aunque todavía aparezca mi-
noritario. Logra conseguir que la Asociación
Americana de Psiquiatría y la Organización Mun-
dial de la Salud supriman la homosexualidad de
las clasificaciones psicopatológicas. Fue muy
importante en estos años la lucha por la libera-
ción gay en la política de izquierdas. Su objetivo
era imponer la aceptación de la identidad ho-
mosexual como opción.
Nace después el llamado «orgullo gay», que
no se limita simplemente a alcanzar la tolerancia
social. Lucha abiertamente por la liberación ho-
mosexual, la superación de prejuicios, el reco-
nocimiento social y público del derecho a la
propia identidad, la equiparación con las pare-
jas heterosexuales y el matrimonio entre perso-
nas homosexuales.
En general, la estrategia de las asociaciones
de gais y lesbianas busca la transformación pro-
gresiva de la sociedad hasta conseguir que des-
aparezca la opresión y el rechazo mantenido
durante siglos. Trata, pues, de educar progre-
sivamente a la sociedad para que acepte la ho-
mosexualidad, sin ser asociada a enfermedad,
patología o desviación de la norma, para con-
seguir reducir y hacer desparecer lo que llaman
la homofobia.
En 1981, se legalizó en España el movimien-
to homosexual. A partir de esta fecha se produ-
jo en nuestro país una explosión de asociaciones
homosexuales, cada una con sus propias carac-
terísticas. En muchas se entremezclan las reivin-
dicaciones homosexuales con las políticas, espe-
cialmente de izquierdas o independentistas;
algunas se implantan dentro de los partidos
políticos y cuentan con el apoyo de sus respec-
tivas formaciones; otras se reducen a la reivin-
dicación de los derechos civiles o a actividades
culturales. Pero todos estos grupos se sustentan
en las bases y los planteamientos de la ideología
de género y del feminismo radical.
En esta perspectiva defienden que la sexua-
lidad es solo una manifestación cultural, que
pertenece al género, no una realidad biológica.
Y del mismo modo que los propulsores de la
ideología de género, recurren también a la ma-
nipulación del lenguaje al referirse al «matrimo-
nio homosexual», «parejas de hecho», «derechos
homosexuales», separando el significado de las
palabras de su referente semántico. Y como su-
cede con la ideología de género, también para
lograr la paulatina aceptación social de la homo-
sexualidad, ha sido muy importante que el re-
clamo de «libertades y derechos homosexuales»
haya logrado entrar en el ordenamiento jurídi-
co, a nivel internacional y nacional.
8. ¿Qué representa en la ideología de género el movimiento queer?
En inglés, el término queer se ha referido al raro,
excéntrico, extravagante, al tramposo, al borra-
cho. Pero ha tenido también otra acepción muy
diferente: era una manera de descalificar a los
hombres afeminados y a las mujeres masculinas.
En este sentido, se usaba para designar de ma-
nera despreciativa e insultante a todas aquellas
personas que escapaban de lo heterosexual: ho-
mosexuales, lesbianas, transexuales, travestis.
Sin embargo, en la década de los ochenta del
pasado siglo, cambió radicalmente su significa-
do. Debido a la crisis del SIDA, un conjunto de
pequeños grupos decidió apropiarse el insulto
queer para hacer de este término un lugar de ac-
ción política. De ser el insulto y la injuria que los
heterosexuales lanzaban a los homosexuales,
pasa a ser la palabra con la que se denomina el
homosexual a sí mismo. De medio de represión,
se convierte en propuesta revolucionaria. Lo
queer representa la opción por vivir la sexualidad
de un modo que traspasa las fronteras de lo so-
cialmente aceptado. Rechaza clasificar a las per-
sonas por su orientación sexual o identidad de
género. No solo se opone a categorías como ho-
mosexual, heterosexual, transexual, sino cuestio-
na también las clasificaciones en razón del géne-
ro: varón, mujer, masculino, femenino. Por ello,
lo queer no puede entenderse como una categoría
más que pudiera adherirse a los colectivos LGBT.
No puede ser entendido así porque está radical-
mente en contra; busca no encasillarse ni definir-
se, sino vivir en constante fluidez.
El término queer no puede entenderse, por
tanto, simplemente como sinónimo de homo-
sexual o gay. Se trata, por el contrario, de resis-
tirse y oponerse a la tentación de quedar encua-
drado en una identidad. Y desde esta óptica
queer, tampoco tiene sentido la lucha por el ma-
trimonio igualitario entre personas del mismo
sexo. Lo consideran una institución excluyente
por naturaleza y un intento para que todas las
persona pertenezcan a un mismo sistema. Lo
que importa es mantener siempre una concien-
cia crítica constante. Aboga por un mundo sin
fronteras, de igualdad de derechos entre perso-
nas diferentes; promueve que cada uno pueda
ser quien es, tal y como es.
El punto de encuentro entre el movimiento
queer y la ideología de género radica en la con-
cepción de que la sexualidad no es un hecho na-
tural, sino el resultado de una construcción so-
cial, al considerar que cada individuo debe tener
la posibilidad de construir socialmente su propio
género en función de su deseo. Asume y prolon-
ga, pues, la concepción constructivista propia de
la ideología de género. Pero la teoría queer subra-
ya y enfatiza, de manera especial, el carácter
performativo del género. La performatividad
implica la negación del cuerpo como un dato bio-
lógico. Se concibe, en cambio, como una realidad
maleable, que puede ser moldeada por la volun-
tad. Sobre la base de que el género es performa-
tivo y se construye constantemente, proclaman
que su identidad es variable, dependiendo de la
voluntad del sujeto en cada momento.
Este presupuesto que lleva a la disolución
de la identidad sexual y de género, conduce
también a defender su transgresión permanen-
te. Subvertir el orden establecido, convertir el
género en parodia es, para el movimiento queer,
el camino para construir la nueva sexualidad y
establecer un nuevo orden a la medida de las
transgresiones.
Para alcanzar este propósito, aboga por la
destrucción de lo que denominan orden «hete-
ronormativo». Las prácticas sexuales no pueden
estar sometidas en ningún caso a una normativa,
que, por eso mismo, sería excluyente. La razón
aducida es sencillamente que cuanto se refiere al
sexo y al género pertenece exclusivamente a la
voluntad variable y cambiante del sujeto.
9. ¿Qué decir de la teoría del cyborg?
La palabra cyborg (cybernetic organism) fue acu-
ñada ya en 1960 en un informe preparado para
la NASA. Con ella se quería designar a un híbri-
do «hombre-máquina», capaz de sobrevivir en
los entornos extraterrestres. Posteriormente, el
término fue utilizado en el cómic, en la ciencia
ficción y en el cine, en películas como Blade Run-
ner o Matrix.
En 1985, Donna Haraway, representante ra-
dical del feminismo de género, publica, a modo
del Manifiesto Comunista, el Manifiesto Cyborg,
proponiendo el cyborg como «un organismo ci-
bernético, un híbrido de máquina y organismo,
una criatura de realidad social y también de fic-
ción». Desde él piensa en la posibilidad de un
mundo sin reproducción humana sexual, sin
maternidad, proponiendo la biotecnología como
baza decisiva para la emancipación de la mujer.
En la teoría del cyborg, el objetivo no es ya la
eliminación de la categoría de sexo a favor de un
género autónomo y autoconstruido, propio de la
ideología de género, sino la superación de la dua-
lidad sexo-género y masculino-femenino, pro-
poniendo una subjetividad sexual nómada, en la
que el individuo construye libremente su propia
identidad, transformándola y modificándola
según sus deseos, que alcanzará su plenitud en
el cyborg. En él quedarán diluidas todas las dife-
rencias entre masculinidad y feminidad, pater-
nidad o maternidad, es decir, el cyborg proyecta
la ideología de género hacia un futuro posgénero.
El verdadero objetivo de la teoría del cyborg
es, pues, la emancipación del cuerpo, el cambio
del orden significante de la corporalidad, la eli-
minación de la naturaleza. La orientación es
hacia una sociedad sin sexos y sin géneros en la
que el ideal del nuevo ser humano estaría repre-
sentado por una hibridación que rompiera la
estructura dual varón-mujer, masculino-feme-
nino. Esta sociedad, sin reproducción sexual, sin
paternidad ni maternidad, estaría confiada úni-
camente a la ciencia, a la biomedicina y a la in-
geniería genética. Establece entonces una nueva
ontología, artificial y tecnológica, un construc-
tivismo totalmente materialista.
Esta nueva ontología se alcanzaría con la
eliminación de tres fronteras. Es necesario ante
todo negar la diferencia esencial entre los orga-
nismos animales y humanos. Por ello, según
Haraway, «la enseñanza del creacionismo cris-
tiano debería ser considerada y combatida como
una forma de corrupción de menores». En esta
pretensión se sitúan los intentos de otorgar a los
animales los derechos de los que actualmente
solo gozan los seres humanos. Para la autora del
Manifiesto Cyborg: «El cyborg aparece mitificado
precisamente donde la frontera entre lo animal
y lo humano es transgredida, que lejos de seña-
lar una separación de los seres vivos próximos,
señalan apretados acoplamientos inquietantes
y placenteros tales como el bestialismo».
Además, la segunda frontera que hay que
destruir es la que existe entre los «organismos
animales-humanos» y las máquinas, es decir, en-
tre lo natural y lo artificial, haciendo que también
lo artificial sea autónomo y pueda decidir por sí
mismo. Y, por último, hay que derribar asimismo
la frontera que existe entre lo físico y lo no físico,
lo material y el espacio cibernético virtual.
Se crea así una nueva antropología en la que
el modelo es el hombre-hembra, que será el re-
sultado final de una sociedad sin géneros y sin
sexos, un ser cuya reproducción no necesita aco-
plamiento. La dignidad de la persona queda
degradada hasta el punto de ser rebajada a la
condición de cosa u objeto totalmente manipu-
lable. En realidad, como se ha hecho observar
desde diversos ámbitos, la teoría del cyborg lleva
a una idea inhumana del hombre. Supone lle-
var a la práctica de una manera radical los pos-
tulados que la ideología de género propone.
Desde la tradicional diferencia varón-mujer, se
llega a la total «indiferencia» sexual del cyborg.
10. ¿Cuál es la pretensión fundamental de la ideología de género?
La ideología de género pretende, como estamos
destacando, destruir las diferencias biológicas
entre varones y mujeres, porque las diferencias
de sexo son la causa de todas las desigualdades.
Esto significa decir que su gran pretensión es la
negación y destrucción de la naturaleza huma-
na. Si, en definitiva, es la naturaleza la causa
última de la discriminación y de la opresión
contra la mujer, la salida de esta alienación bio-
lógica no puede ser otra que la liberación de la
propia naturaleza.
Los primeros defensores de las teorías de
género partían precisamente de la diferencia-
ción sexual entre varones y mujeres. Este hecho
motivó la nueva visión antropológica del ser
humano. En la base está, pues, la negación de la
naturaleza. A partir de aquí, corresponde ya a
cada uno concebir cómo hay que modelar y do-
tar de sentido esa masa informe a la que se pue-
de llamar varón o mujer mediante el proceso
ideológico al que ya nos hemos referido.
Negada la naturaleza, se destruye también
la antropología comúnmente aceptada en Occi-
dente, desde la antigiiedad grecorromana: la
visión de la persona como una unidad, consis-
tente en un espíritu encarnado. Negada la natu-
raleza, el ser humano queda reducido efectiva-
mente a una masa informe. El sexo, la sexualidad,
la tendencia sexual no forman ya parte de la
naturaleza humana; son una creación de la cul-
tura. Varón y mujer no son personas sexuadas
por naturaleza, sino que son sexualmente neu-
tras. No existe la naturaleza humana sexuada,
porque no existe la naturaleza.
Rechazando la realidad natural de la mujer
y del varón como seres complementarios pero
diferentes, la ideología de género afirma de for-
ma apriorística el dogma del rechazo a la natu-
raleza humana. Varón y mujer se quedan sin
sentido, no saben encontrar un sentido a sus
vidas, porque se les niega la realidad de la na-
turaleza y, en consecuencia, un camino de rea-
lización, perfección y felicidad.
Zygmunt Bauman ha introducido el concep-
to de modernidad líquida para referirse al cambio
sociológico producido por la posmodernidad,
que se manifiesta en la desaparición de las ins-
tituciones sólidas que servían de referencia para
el individuo. Y ahora es el individuo quien tiene
que construir y reconstruir continuamente la
propia identidad. Este concepto de liquidez lo
ha llevado también Bauman a otros campos,
como las relaciones, el amor, los miedos. Quizá,
aplicando el concepto a la ideología de género,
se podría hablar también de naturaleza líquida.
Sería la comprensión de la naturaleza que niega
la existencia de un dato originario en el ser hu-
mano, de algo previo a toda autoconstrucción
del individuo. Sin este dato originario, la natu-
raleza es maleable, fluida, líquida, es decir, pier-
de la capacidad de dar sentido a la propia exis-
tencia humana.
Negando la naturaleza humana se olvida
que existe una verdad común, presente en todos
los seres humanos. Negando y renunciando a la
verdad del ser, la ideología de género pretende
un «un nuevo orden social» y una nueva cultura.
El discurso se dirige especialmente a la lucha
contra toda discriminación de género o de las
personas con otra orientación sexual, defendien-
do sus «derechos» para contraer matrimonio y
tener hijos y, consiguientemente, el desarrollo
científico sin límites en cuanto se refiere a la fe-
cundación in vitro, maternidad subrogada o ex-
perimentación con células madre. Como ha es-
crito M* Isabel Llanes, la finalidad es llegar a una
sociedad en la que estorba la naturaleza humana.
11. ¿Qué camino ha seguido y qué programa presenta la ideología de género?
Inspirada en el estructuralismo, la ideología de
género denuncia las estructuras de la cultura
tradicional, que conducen a la opresión de la
mujer por parte del varón. Por este camino, pro-
gresivamente se ha desplazado hacia una posi-
ción ideológica que quiere acabar con la distin-
ción de los sexos, según el programa explícito del
movimiento queer, aparecido en Estados Unidos
en la década de 1990 y que actualmente repre-
senta la punta de lanza de la ideología de género.
Considerando que cada individuo debe te-
ner la posibilidad de construir socialmente su
propio género en función de su deseo, la idea
clave del movimiento queer, como hemos visto,
es la performatividad. Defiende que el género
es performativo, es decir, cada individuo puede
no solo construir libremente su género, sino
también cambiar de un género a otro, cuantas
veces desee. Y esta visión performativa de la
sexualidad lleva a sus defensores a denunciar
los presupuestos «heterosexistas», que según
dicen, se encuentran en el discurso de la dife-
rencia sexual.
Según esta corriente de pensamiento, la mis-
ma reivindicación de la igualdad entre los dos
sexos, supone una diferenciación entre ellos; y
la diferencia entraña inevitablemente desigual-
dad y, por tanto, dominación, en concreto, del
varón sobre la mujer. La ideología de género
critica especialmente la idea preconcebida de un
determinismo genético de la diferencia sexual y
quiere repensar la identidad sexual prescindien-
do de esta clave.
Desde estos presupuestos emprende la de-
construcción del estereotipo del cuerpo sexuado
transmitido por la sociedad. Reconoce la reali-
dad objetiva de los dos sexos, pero niega la im-
portancia estructural de la diferencia de los
sexos como fundamento de la cultura. Es nece-
sario, pues, «destruir política, filosófica y sim-
bólicamente las categorías de hombre y mujer.
No hay sexo; es la opresión quien lo crea, y no
al revés» (M. Witting).
Es necesario, por tanto, instaurar la «lucha
de clases», superar las categorías «hombres /
mujeres», que son normativas y alienantes. Se-
gún Witting, la matriz del poder o de la domi-
nación no es ya la división de clases sociales,
sino algo tan normal como la heterosexualidad.
Si Marx quería construir una sociedad sin clases,
queer pretende edificar una sociedad sin sexo.
En este sentido, Judith Butler propone al traves-
ti como la verdad para todos: el travestismo
constituye el camino por el que se apropian los
géneros, se teatralizan, se construyen. Conside-
rando que el género es una construcción radi-
calmente independiente del sexo, el género mis-
mo se convertiría en un artificio libre de lazos y
ligaduras. Y, por consiguiente, «varón» y «mas-
culino» podrían significar tanto un cuerpo fe-
menino como masculino.
Desnaturalizar el género es liberarlo de to-
da relación con el sexo biológico, arrancarlo del
dominio de la naturaleza, que impide al ser
humano ser él mismo y tener la propia percep-
ción de sí mismo. Disociando el género del sexo
y de la sexualidad, el sexo deja de ser conside-
rado como algo biológicamente estable; sería
simplemente una construcción cultural. Cuan-
to se refiere al sexo y al género pertenece exclu-
sivamente a la voluntad variable y cambiante
del sujeto.
Por ello, la ideología de género afirma y pro-
pone deconstruir el sentido binario de la sexua-
lidad, que se presupone como normal y natural.
La cultura debe imponerse a la naturaleza para
que el individuo llegue a ser su propio creador
y a disponer plenamente de sí mismo.
12. ¿Por qué género en vez de sexo?
La palabra «género» proviene del campo de la
filosofía, de la lógica y la lingiíística. En el len-
guaje, el género es una propiedad gramatical
que clasifica a los sustantivos en masculinos y
femeninos. Los sustantivos, en español, no tie-
nen género neutro; pueden tenerlo algunos pro-
nombres personales, los demostrativos y los
cuantificadores. El lenguaje define el género de
las palabras de manera arbitraria, sin conexión
con la sexualidad: así, sangre es femenino en
español, masculino en italiano (il sangue), neutro
en alemán (das blut). Extrapolando este sentido,
se pretende sostener que hay un sexo biológico
con el que nacemos y, a la vez, la persona puede
construir de manera libre y arbitraria su sexo
psicológico o género.
La utilización por parte de la ideología de
género de la palabra género es una manifestación
de algo que la distingue y la identifica: la mani-
pulación del lenguaje. Tendremos oportunidad
de constatarlo con otros muchos vocablos. Pero
género es el primero de todos. Su continuo uso
señala el sentido mismo de la ideología: el sexo
como construcción social, libre, autónoma y va-
riable del individuo.
Fiel a su estrategia manipuladora, al comien-
zo utilizan los términos sexo y género de modo
indistinto e intercambiable, como si fueran sinó-
nimos. Una vez que la gente se acostumbra a usar
la palabra género, le añaden imperceptiblemen-
te el nuevo significado, es decir, «sexo construido
socialmente», en contraposición al sexo biológico.
El resultado final es que la mayoría de la gente
termina hablando de género, como una construc-
ción libre de la propia personalidad, sin la per-
cepción ni la consciencia de que esto no es posible.
La ambigúedad y confusión con que delibe-
radamente se rodea a estos términos se expresa
concretamente cuando se habla de igualdad o
desigualdad de género. Por igualdad de género no
entienden la igualdad de dignidad y derechos
entre mujeres y varones. Significa, en cambio,
que varones y mujeres seríamos iguales, o sea,
idénticos, absolutamente intercambiables. Por
eso la diferencia biológica es considerada como
una provocación o confrontación, no como una
llamada a la complementariedad y reciprocidad.
En esta misma perspectiva, la desigualdad
de género es la que ocurre cuando los varones
están a cargo de la vida pública, detentan el po-
der político o dirigen empresas, y las mujeres
están en la vida privada, la procreación y educa-
ción de los hijos. Estas funciones impiden que
participen en la vida pública. Por ello, como he-
mos aludido anteriormente, el feminismo radical
considera la maternidad como un mal intrínseco,
que lleva tanto a reivindicar la supresión de la
maternidad como el derecho al aborto.
La ideología de género parte de una separa-
ción y escisión radical entre sexo y género, entre
biología y cultura. Aboga por una total autono-
mía del género respecto al dato biológico. Impreg-
nada en ella, la cultura actual tiende a abrir cada
vez más la brecha entre sexo y género, presentan-
do una visión de la identidad humana, apartada
de cualquier fundamento biológico. Pero la reali-
dad nos alerta de que el sexo siempre será género
y que describir el género es descubrir el sexo ori-
ginario, porque ambos conceptos se funden. El
concepto de género integra el dato biológico con
la función social unida a la sexualidad. La iden-
tidad de género corresponde a aquello que la
persona sabe que es sobre la base de la sexuali-
dad biológica y también a cómo quiere realizar-
se en la vida social. No existe, pues, contrapo-
sición entre «biología-sexo» y «cultura-género».
La sexualidad es un dato originario en cada
uno de los seres humanos. En la especie huma-
na, los sexos son dos, definidos por los cromo-
somas sexuales y por el desarrollo de las góna-
das y de los órganos de la reproducción. La
percepción de este dato objetivo y de lo que
puede comportar a nivel social define el género
de pertenencia, que no es ni puede ser objeto de
elección. La identidad de género se construye
como identidad de la persona, partiendo de la
propia identidad sexual y teniendo en cuenta
la unidad biopsíquica de la persona. En cambio,
en la ideología de género, como hemos señala-
do, sobre el sexo biológico prevalece el deseo, la
elección del individuo y la orientación sexual
que podría diferir del sexo biológico. Cada uno
escoge libremente el género de pertenencia y
puede también cambiarlo en el tiempo.
Desde la Conferencia de Pekín, el término
género se ha introducido gradualmente en todos
los ámbitos y ha sido aceptado acríticamente,
formando parte del vocabulario políticamente
correcto. Actualmente es una palabra omnipre-
sente en los medios de comunicación, en las le-
yes, en el sistema educativo, y suele ser utilizada
de una manera deliberadamente ambigua.
13. ¿Qué son los roles sexuales y por qué la ideología de género postula su de-construcción?
La palabra rol tiene su origen en el teatro. Se
refiere al papel que un actor, adecuadamente
vestido y maquillado según las exigencias del
texto, representa en una función teatral. Trans-
mite la idea de algo postizo y artificial. El térmi-
no amplía su significado, aplicándose a todos
los papeles que las personas representan en la
sociedad. Se llega así a considerar también el ro]
del varón y el de la mujer. En general, los roles
sociales designan un conjunto de elementos que,
sin formar parte del comportamiento sexual, se
consideran componentes de la identidad sexual
y consisten en emociones, actitudes e intereses
que, en cada cultura, manifiestan los miembros
de cada sexo.
Para la ideología de género, los roles (o este-
reotipos) sexuales son un conjunto de ideas
creencias, costumbres y normas acerca de cómo
deben comportarse los Varones y las mujeres
tanto en su vida cotidiana como en su profesión
y actividades. Se trata siempre de un producto
cultural y, por ello, variable socialmente. Con-
vencionalmente la cultura los determina y asig-
na al género masculino o femenino. Por ello
defienden la necesidad de una deconstrucción
de los roles ligados a la sexualidad y la empren-
den decididamente. La deconstrucción implica
siempre la tarea de demoler, desmontar, desha-
cer, pero también, una vez conseguido ese pri-
mer objetivo, la de cambiarlo todo radicalmente.
Los cultores del género agrupan estos roles
en tres categorías. La primera se refiere al dua-
lismo masculino y femenino. Consideran, como
hemos explicado ya, que el varón y la mujer son
construcciones sociales, que el ser humano nace
sexualmente neutro y luego es socializado en
Varón y mujer. Esta socialización afecta a la mu-
jer de forma negativa e injusta. Por ello, es nece-
sario un proceso de deconstrucción de toda
Imagen específica de género a través de la edu-
cación, la legislación y los medios de comunica-
CIÓN, para que los niños puedan crecer sin estar
expuestos a actividades, juegos, ideas, que los
inclinen a un determinado sexo específico.
La segunda categoría se refiere a las relacio-
nes familiares: esposo y esposa, padre y madre.
No solo se pretende sustituir estos términos es-
pecíficos de un determinado género por pala- *
bras «neutrales», sino que se aspira también a
que no exista diferencia alguna de conducta ni
de responsabilidad entre el varón y la mujer en
la vida familiar. Esta es la categoría de roles a los
que la ideología atribuye mayor importancia,
viendo en la familia, la causa principal de la
opresión y discriminación de la mujer. Según
los representantes de la ideología de género,
socialmente los roles masculinos están asocia-
dos al ámbito público, a las tareas que tienen
que ver con la producción. En cambio, los roles
femeninos se asocian al ámbito doméstico, a la
reproducción. Y aquí reside el gran problema:
en el destino de la mujer a desempeñar el papel
de madre. Es el punto central en el empeño de
la deconstrucción de roles. El feminismo radical
de género no comprende que si bien la sociedad
y la cultura influyen en el modo en que la mujer
cumple la responsabilidad de la maternidad, no
crean, sin embargo, madres.
Finalmente, la tercera categoría se refiere a
las actividades, ocupaciones y profesiones que
la sociedad asigna a uno u otro sexo. Pero, como
hemos indicado, en realidad, la ideología de gé-
hero no pretende, como sílo hace el feminismo
la equiparación de la mujer en todos los aspec-
tos civiles, laborales y sociales, sino que en el
fondo lo que busca, es que desaparezcan las
categorías de varón y mujer.
14. ¿La de-construcción de la sexualidad implica también la de-construcción del matrimonio y de la familia?
Todo el feminismo de género mantiene una ac-
titud fuertemente hostil hacia la familia. Negan-
do la diferencia y la reciprocidad natural de
hombre y mujer, la ideología de género vacía el
fundamento antropológico de la familia. Si no
existe la dualidad hombre y mujer como dato
de la creación, entonces tampoco existe la fami-
lia como realidad preestablecida. Y también la
prole pierde el puesto que hasta ahora le corres-
Pondía y su propia dignidad.
El matrimonio entre un varón y una mujer
que forman una comunidad de vida, de amor
y de solidaridad, con la finalidad de procrear y
educar a los hijos, ha sido reconocido y privile-
glado entre todas las demás formas de unión
entre los sexos en todos los tiempos y en todas
las culturas, La razón de este reconocimiento la
explicó con claridad ya Aristóteles en su Ética q
Nicómaco: «La amistad entre marido y mujer
Parece existir por naturaleza, pues el hombre
tiende más a formar parejas que a ser ciudada-
no, en cuanto que la casa es anterior y más ne-
cesaria que la ciudad, y la procreación es más
común a los animales. Ahora bien, las asociacio-
nes entre animales existen solo hasta cierto pun-
to, pero los hombres viven juntos no solo a causa
de la procreación, sino también para los demás
fines de la vida».
La familia es la primera expresión de la na-
turaleza social del hombre. Constituye cierta-
mente una institución social, pero no es simple-
mente una realidad o estructura sociocultural.
Es también una estructura antropológica, exigi-
da por el ser mismo del hombre y de la mujer,
que atañe al nivel más profundo de sus necesi-
dades. Pertenece a la estructura misma del ser
humano y su verdad más fundamental radica
en que el hombre es un «ser familiar». Es decir,
la familia no nace simplemente de estructuras
sociales o económicas, ni se sostiene fortuita-
mente; constituye, más bien, la premisa de la
existencia y de cualquier nueva vida humana.
Sin embargo, uno de los primeros postula-
dos de la ideología de género es la negación de
la familia, la necesidad de su eliminación. Al
parecer, la razón principal del rechazo del femi-
nismo de género a la familia es que esta institu-
ción básica de la sociedad «crea y sostiene el
sistema de clases sexo / género». Para el feminis-
mo de género, la liberación de la mujer pasa por
la deconstrucción de la familia heterosexual y
monogámica, porque ella es el lugar por exce-
lencia de la explotación de la mujer.
Desde una visión marxista de la diferencia
de clases, para la ideología de género, diferente
es siempre desigual y desigual es siempre opre-
sor. En este sentido considera que cuando la
mujer cuida a sus hijos en el hogar y el esposo
trabaja fuera de casa, las responsabilidades son
diferentes; por tanto, no son igualitarias. Ven
entonces esta desigualdad en el hogar como
causa de desigualdad en la vida pública.
Pero, además, según los representantes de
esta ideología, la deconstrucción de la familia es
necesaria no solo porque esclaviza a la mujer,
sino porque condiciona también socialmente a
los hijos para que acepten la familia, el matrimo-
nio y la maternidad como algo natural.
De manera especial, el feminismo de género
destaca que la función de la maternidad pone
de relieve una construcción social Opresiva, una
fuerte desigualdad, porque solo las mujeres son
susceptibles de un embarazo. Por ello, insiste en
deconstruir este estereotipo para poder estable-
cer la igualdad, porque las mujeres no pueden
ocupar el lugar que les corresponde en la socie-
dad mientras no sean libres del yugo marital y
de la carga de la maternidad.
Pero la ideología de género no plantea la
cuestión de la deconstrucción del matrimonio y
de la familia directamente. Sabe que a través de
un enfrentamiento directo no tendría posibili-
dades de ganar la aceptación social. Lo hace a
través de un proceso de redefinición, llamando
matrimonio a todo tipo de uniones efímeras. El
proceso es progresivo; precisa diferentes pasos
y varias generaciones.
Quizá el primer paso se podría fijar en la
introducción del divorcio vincular en el Código
de Derecho Civil. Las primeras legislaciones,
anteriores al nacimiento de la ideología de gé-
nero, admitían la ruptura del vínculo matrimo-
nial solo en un número determinado de causas,
que debían ser acreditadas en un proceso judi-
cial. Actualmente está en vigor la ley del «divor-
cio exprés», que aprueba el divorcio vincular sin
causa y por voluntad unilateral. El segundo
paso tiene ya una relación directa con la ideolo-
gía de género. Es la regulación legal de todo tipo
de «uniones de hecho», equiparándolas total o
parcialmente al matrimonio. El paso siguiente
consiste en la radicalización absoluta de la etapa
anterior. Todo tipo de uniones, también las ho-
mosexuales, son equiparadas al matrimonio.
Cuando la heterosexualidad, tal como es
vivida en la familia tradicional, pierde su estado
hegemónico, palabras como «matrimonio», «es-
poso», «esposa», «maternidad», «paternidad»,
«filiación», no tienen ya ningún sentido y tien-
den a eliminarse.
15. ¿Qué otras manifestaciones de manipulación del lenguaje son relevantes?
La palabra manipulación se utiliza hoy continua-
mente. Se recurre a ella desde diversos factores,
intereses y perspectivas. En su sentido preciso,
aplicada a las personas, hay que entenderla en
relación con la libertad humana. Supone viola-
ción de la libertad, violencia, despersonalización,
influencia, ejercicio de poder sobre el ser huma-
no. Conlleva, especialmente, irracionalidad, au-
sencia y supresión de la dimensión crítica. Im-
plica un manejo y tratamiento de las personas al
margen de su libertad. No parte de la violencia
física, sino de los dinamismos que controlan o
limitan la libertad en los individuos y en los gru-
pos sociales, sin que ellos siquiera lo perciban.
En este sentido hablamos de la manipula-
ción ejercida a través del lenguaje. La ideología
de género propaga un modo de hablar que en-
mascara algunas de las verdades básicas de las
relaciones humanas. Es lo ocurrido con el térmi-
no matrimonio, cuya significación se ha querido
ampliar hasta llegar a incluir algunas formas de
unión que no tienen nada que ver con la reali-
dad matrimonial. De esos intentos de deforma-
ción lingiiística forman parte también el término
pareja, empleado para hablar del matrimonio, la
inclusión en el concepto de familia de distintos
modos de convivencia más o menos estables, el
vocablo progenitor, en lugar de padre y madre, o
la utilización de la expresión violencia de género,
en vez de violencia doméstica O violencia contra
la mujer o violencia en el entorno familiar.
Pero en la ideología de género, la manipu-
lación no se reduce a algunos aspectos o térmi-
nos. Tiene un sentido global. Se aplica, de forma
especial, a través de la propaganda y el influjo
de los llamados medios de comunicación social
(televisión, cine, radio, revistas, periódicos…) y
del sistema educativo.
Nos hemos referido a la manipulación ejer-
cida en el uso del término género, igualdad de gé-
nero, desigualdad de género. Pero existen otros mu-
chos vocablos utilizados también con intención
manipuladora, como opción sexual, salud sexual y
reproductiva, derechos sexuales y reproductivos, sexis-
mo, derecho al aborto, interrupción voluntaria del
embarazo, matrimonio homosexual, heterosexualidad
obligatoria. La manipulación se realiza y desarro-
lla, como explica detalladamente ]. Scala, por
distintos caminos y desde diversas formas.
Como dijimos respecto a la utilización del
término género, una de las técnicas más frecuen-
tes es el proceso de cambio de sentido y conte-
nido de las palabras de forma subrepticia, Se
comienza proponiendo un término equívoco,
susceptible de distintos significado, que hay que
descifrar según el contexto. La pretensión es
instalarlo en la opinión pública y cargarlo sola-
padamente del nuevo significado. Finalmente,
se intenta asegurar la aceptación del nuevo con-
tenido ideológico.
Es frecuente también la utilización de pala-
bras clave, que algunos llaman palabras talismán.
Son vocablos que legitiman automáticamente
todos los términos que los acompañan. Por
ejemplo, las palabras «democracia», «libertad»,
«justicia», «derechos humanos»… abundan en
todos los programas políticos y también entre
los representantes de la ideología de género. Los
abortistas no dudan en declararse partidarios de
la «libertad de elegir». ¿Y quién se atreverá a
oponerse a la libertad de elegir? De manera par-
ticular, la ideología de género se refiere y defien-
de la libre opción sexual, la igualdad sexual y de
género, los derechos sexuales y reproductivos.
¿Cuántos de los que escuchan la expresión dere-
chos sexuales reproductivos son conscientes de que
se habla del derecho a la anticoncepción, esteri-
lización y aborto? ¿Y cuántos comprenden que
detrás de estos proclamados derechos se escon-
de una política de difusión mundial de aborto,
contracepción y esterilización bajo el lema de
desterrar la pobreza del mundo?
Otra técnica no menos frecuente en la ideo-
logía de género es el empleo de los esquemas
mentales. Se fabrican a partir de ciertos dualis-
mos en los que, para el subconsciente colectivo,
uno de sus polos es bueno y otro malo. A través
de ellos se propagan eslóganes, eludiendo todos
los matices. En ellos, quien manipula no prueba
en modo alguno lo que afirma implícitamente;
lo da por supuesto. En cambio, quien piense lo
contrario se ve obligado a demostrar rigurosa-
mente sus opiniones. Para el común de la gente
es un excéntrico, que piensa lo contrario de lo
que piensan todos. Entre estos dualismos seen-
cuentran, por ejemplo: discriminación/no discri-
minación sexual, sexistano sexista.
Los esquemas mentales fueron ya muy uti-
lizados por los regímenes totalitarios del siglo
xx, especialmente el nazismo y el marxismo. Ac-
tualmente se recurre también a ellos no solo des-
de el feminismo de género, sino también desde
movimientos ecologistas o desde el movimiento
gay. El lenguaje y la terminología no son inocen-
tes. Cuando se refieren a realidades naturales,
encierran una significación que, si se cambia O
amplía artificialmente, desnaturaliza la realidad
significada por los términos que se emplean.
16. ¿Qué función representan las leyes en la implantación de la ideología de género?
Para conseguir implantar el programa que pro-
yecta la ideología de género es necesario que se
lleve a cabo una transformación de la sociedad
y de la cultura. Uno de los medios más podero-
sos es el ordenamiento legislativo. La ley no
solo tiene fuerza normativa; representa también
una función muy importante en la educación y
formación de los ciudadanos.
El feminismo de género emerge desde algu-
nas universidades norteamericanas y desde
diversas instancias del poder. Pero su principal
plataforma de lanzamiento fue y sigue siendo
la Organización de las Naciones Unidas. Desde
la década de de los noventa del siglo xx está
presente en los distintos organismos y agencias
de dicha institución; en concreto, en la UNESCO,
UNICEF, OMS o en el Fondo para la Población.
En la Conferencia Mundial sobre la Mujer cele-
brada en Pekín en 1995, los lobbies feministas
consiguieron imponer a los países miembros el
compromiso de incorporar la «perspectiva de
género» en todas sus políticas y medidas legis-
lativas. A través de las instituciones de las Na-
ciones Unidas, se ha introducido en los foros de
la Unión Europea y en los distintos Estados,
tanto de los países industrializados como en los
que se encuentran en vía de desarrollo.
En España, a partir del año 2004, la legisla-
ción relacionada con cuestiones defendidas por
la ideología de género ha sido frecuente. Así, en
la Ley Orgánica del 28 de diciembre de 2004 so-
bre «Medidas de protección integral contra la
violencia de género», aparece la finalidad de
conseguir una igualdad absoluta entre varón y
mujer. Para ello, más que intentar erradicar la
violencia en el ámbito doméstico, entre cual-
quiera de los miembros de la comunidad fami-
liar, lo que pretende es eliminar exclusivamente
la violencia de los hombres sobre las mujeres.
La ley del 1 dejulio de 2005, que modifica el
Código Civil en materia de derecho a contraer
matrimonio, redefine la figura jurídica del ma-
trimonio. Deja de ser la institución del consorcio
de vida en común entre un hombre y una mujer
en orden a su mutuo perfeccionamiento y a la
procreación, para convertirse en la institución
de la convivencia afectiva entre dos personas,
con la posibilidad de ser disuelta unilateralmen-
te por una de ellas. El matrimonio se transforma
así legalmente en la unión de dos ciudadanos
cualesquiera, a quienes se reserva el nombre de
«cónyuges o consortes».
Esta ley significa la imposición legal del ma-
trimonio excluyendo toda referencia a la dife-
rencia entre el varón y la mujer. La terminología
empleada en el texto legal responde directamen-
te al lenguaje promovido por la ideología de
género. Desaparecen de la ley los términos «ma-
rido» y «mujer», «esposo» y «esposa», «padre»
y «madre». Los esposos son reconocidos y han
de inscribirse en el Registro Civil como «cónyu-
ge A» o «cónyuge B». Pero, como hemos adver-
tido, lo que está en juego no es simplemente una
cuestión de palabras. Se trata, en el fondo, de
intentar construir un modelo de sociedad en la
que se establezca una presunta igualdad entre
todos los ciudadanos que suprima todas las di-
ferencias que se estiman discriminatorias, in-
cluidas las que proceden de la misma condición
creatural de ser varón o mujer. Este contexto y
esta finalidad están presentes también en los
decretos sobre enseñanzas mínimas de la llama-
da «Educación para la Ciudadanía».
Este mismo horizonte ideológico aparece en
la ley del 26 de mayo de 2006 sobre la reproduc-
ción asistida. La ley permite que una madre no
biológica, lesbiana, casada con la madre bioló-
gica, pueda solicitar a su favor el reconocimien-
to de la filiación. La ley del 15 de marzo del año
2007 contempla la regulación registral de la
mención relativa al sexo de las personas, facili-
tando el cambio de identidad de género en los
registros oficiales. Sustituye el concepto deiden-
tidad sexual, basado en la realidad objetiva de
ser biológicamente varón o mujer, por el deseo
subjetivo de orientación sexual. Reconoce, por
tanto, la separación entre sexo y género, y regu-
la el cambio de la inscripción del registro cuan-
do el sexo biológico no se corresponde con el
género deseado por la persona.
La Ley Orgánica del 22 de marzo del mismo
año 2007, para la «Igualdad efectiva de hombres
y mujeres», propone conseguir en el ámbito pú-
blico una paridad absoluta entre hombres y mu-
jeres a través de medidas de discriminación
positiva como las cuotas de participación de
mujeres en partidos políticos o en las juntas di-
rectivas de las empresas. La Ley Orgánica del 3
de marzo de 2010 sobre «Salud sexual y repro-
ductiva y la interrupción voluntaria del emba-
razo», considera que el aborto es un servicio a
la salud y un derecho: el derecho a la «materni-
dad libremente decidida».
A estas habría que añadir las numerosas le-
yes dictadas por las distintas Comunidades Au-
tónomas. Todo ello permite constatar que la
ideología de género ha entrado fuertemente en
el ordenamiento jurídico español, imponiéndo-
se especialmente en tres ámbitos clave: la iden-
tidad personal, la familia y la educación.
17. ¿Qué consecuencias pueden deducirse de la ideología de género?
Delos planteamientos, postulados y propuestas
de la ideología de género, tal y como hemos ex-
puesto hasta aquí, pueden deducirse múltiples
consecuencias, principalmente de carácter an-
tropológico, social y educativo.
Refiriéndonos ahora simplemente a las con-
secuencias antropológicas, las más importantes
se desprenden de la escisión que se establece
entre sexo y género. Si, como defiende la ideo-
logía de género, todos los seres humanos somos
capaces de construir nuestro propio género de
manera autónoma, todos seríamos sexualmente
Ppolimorfos. No existirían ya el varón ni la mujer.
Habría entre nosotros una identidad total. Las
diferencias biológicas entre varones y mujeres
no trascenderían el nivel físico, porque cual-
quier mujer podría autoconstruirse un género
idéntico al autoconstruido por cualquier varón.
Sería falso entonces plantearse una dicoto-
mía entre los sexos. Todos los seres humanos
podríamos construir nuestra sexualidad de muy
distintas maneras, simplemente de acuerdo con
nuestro deseo y nuestra voluntad. No existirían
y no se podría hablar, por tanto, de dos sexos,
sino de múltiples géneros y orientaciones sexua-
les. La humanidad no estaría ya dividida entre
hombres y mujeres, sino en heterosexuales, ho-
mosexuales, lesbianas, bisexuales, transexuales
etc. S5e han llegado a identificar más de veinte
géneros diferentes.
Esta deriva del sentido del género acaba
postulando que no existe un sustrato biológico
que distinga la masculinidad de la feminidad.
Entonces todo intento por definir la identidad
sexual queda convertido en una opresión cultu-
ral sobre la libertad del individuo.
De este modo, todas las formas de las rela-
ciones sexuales tendrían también el mismo valor
antropológico y social. Porque, si realmente fue-
ra cierto que todos podemos autoconstruir libre-
mente nuestro propio género, nadie podría sos-
tener que algún tipo de relaciones sexuales fuera
bueno o natural, y otro malo o antinatural; ni
tampoco que unas pudieran ser mejores o más
adecuadas que otras. Simplemente habría un
límite: no se podría forzar la libertad sexual de
nadie. Pero si las relaciones fueran consentidas,
por este solo hecho de realizarse con libertad,
deberían ser consideradas lícitas por la sociedad.
Esto significaría, en concreto, que serían líci-
tas y válidas cualquiera de las relaciones sexuales
de estas modalidades: matrimonio indisoluble
entre un varón y una mujer, matrimonio diso-
luble entre un varón y una mujer, uniones de
hecho entre un varón y una mujer, uniones ho-
mosexuales, intercambio de parejas sexuales,
poligamia, poliandria, prostitución femenina
o masculina, relaciones sexuales esporádicas
entre un varón y una mujer, relaciones sexua-
les esporádicas entre personas del mismo sexo,
promiscuidad sexual con personas del otro
sexo, promiscuidad sexual con personas del
mismo sexo, promiscuidad sexual con personas
de ambos sexos, relaciones sexuales de un adul-
to y un menor de cualquier sexo, onanismo,
masturbación, pornografía…
Si esta enumeración resultara aberrante o
repulsiva, ello sería la prueba, como observa ].
Scala, de la invalidez de los postulados y pro-
puestas de la ideología de género. Es decir, si
alguno de esos modos de relación sexual con-
sentida es objetivamente malo, indigno de la
condición humana, significa que la teoría que lo
defiende no es sostenible. Porque coherente-
mente, para la ideología de género todos esos
tipos de relaciones sexuales son buenos, correc-
tos, lícitos jurídicamente.
Pero lo realmente importante de estas con-
secuencias a las que arrastra la ideología de gé-
nero no radica simplemente en el reduccionis-
mo sexual que postula. El verdadero problema
está en que todo esto supone, en el fondo, la
negación de que el hombre tenga una naturale-
za preconstituida por su corporeidad. Niega, en
efecto, la propia naturaleza humana y decide
que esta no se le ha dado como algo preestable-
cido, sino que es él mismo quien la debe crear;
es decir, en la ideología de género está en juego
el hombre mismo.
18 » ¿Cuáles son las consecuencias sociales?
Las consecuencias sociales se refieren especial-
mente al matrimonio y la familia. Si, como he-
mos visto, para la ideología de género toda
unión sexual tendría el mismo valor, de manera
lógica, queda inmediatamente eliminado el ma-
trimonio. No supone simplemente, como quie-
ren ver algunos, una nueva visión. Se trata de
su verdadera eliminación.
La percepción social de esta realidad queda,
con frecuencia, oculta, enmascarada incluso
entre la maraña y confusión que suscitan otras
medidas sociales, unidas a esta misma preten-
sión o bien tendentes a su debilitamiento. Así,
por ejemplo, la regulación legal de las uniones
de hecho, también de las uniones entre perso-
nas del mismo sexo, que se equiparan al matri-
monio, otorgándoles incluso la facultad de
adoptar hijos.
A la eliminación se llega también a través
del debilitamiento. Y las medidas y propuestas
que tienden a debilitar al matrimonio son mu-
chas y frecuentes. Una de las primeras reivindi-
caciones de género fue la patria potestad compar-
tida, partiendo del derecho de ambos esposos a
criar y educar a los hijos. Lamentablemente, la
práctica, sobre todo en los matrimonios en crisis,
no ha sido buena. En caso de conflicto, se dejó
la última decisión en manos del juez. Es, pues,
un extraño a la familia quien toma las decisiones
importantes para los hijos.
Un fuerte debilitamiento proviene también
de la eliminación de la patria potestad en mate-
ria sexual. Las legislaciones de los diferentes
Estados intentan progresivamente que el Estado
se haga cargo de la educación sexual desde los
primeros años de escolarización, fijando progra-
mas, determinando la capacitación de los pro-
fesores, proponiendo la bibliografía. Se plantea
también que, además de una materia específica
sobre sexualidad, la ideología de género se con-
vierta en un contenido transversal, presente en
todas las materias y en todos los ciclos. Por otra
parte, los llamados «derechos sexuales repro-
ductivos» se alargan también a «niños, niñas y
adolescentes», o sea, se postula poner a dispo-
sición gratuita, desde la pubertad, todos los ele-
mentos contraceptivos, considerando un dere-
cho el aborto de cualquier mujer embarazada,
sea cual sea su edad, y sin el consentimiento
para ello de sus padres.
Reemplazando a la patria potestad, la ideo-
logía de género propone la «familia democráti-
ca», de la que se deriva la parentalidad, que su-
pone, en definitiva, la supresión de la autoridad
en la familia. Se llega así a un tipo de familia en
la que todos sus miembros Opinan y resuelven
por igual; todos ejercen por igual la autoridad.
Resulta evidente que el debilitamiento y la
eliminación del matrimonio conlleva la elimi-
nación de la familia. No nos referimos ahora a
esta consecuencia, porque sobre ello ya hemos
tratado anteriormente al explicar la deconstruc-
ción familiar emprendida por la ideología de
género, pero es necesario resaltar que la elimi-
nación de la familia supone también la destruc-
ción de la sociedad, porque la familia es su cé-
lula básica y fundamental, que, por eso mismo,
merece mayor atención y protección. Parece
quedar ya muy lejano y distante el año 1994,
proclamado por la Asamblea General de las Na-
ciones Unidas como Año Internacional de la Fa-
milia, proponiendo como eslogan: «La más pe-
queña democracia en el corazón de la sociedad».
19. ¿Qué decir de la violencia de género?
Especialmente en los últimos años, los medios
de comunicación no cesan de poner de mani-
fiesto ante la opinión pública casos de violencia
ejercida contra la mujer. La llamada violencia de
género constituye actualmente una violación fla-
grante de los derechos humanos, un grave pro-
blema social, una verdadera lacra. Es importan-
te considerarla con atención por la relación que
se establece con la ideología de género. Pero,
mientras que, por una parte, los propulsores de
la ideología se presentan como paladines de la
lucha contra tal violencia, por otra, muchos pien-
san que la expansión de dicha ideología ha pro-
movido el aumento de esta lacra social. Y una
reflexión justa sobre la violencia de género re-
queriría analizar en profundidad las actitudes
de agresividad y violencia presentes en la socie-
dad, las causas que la provocan, las diferentes
formas y la relación existente entre ellas.
Refiriéndose concretamente a la violencia
de género, los organismos de las Naciones Uni-
das señalan que se trata de un tipo de violencia
física o psicológica, ejercido contra una persona
en razón de su sexo o género. Utilizan este tér-
mino precisamente para distinguir la violencia
común de aquella dirigida contra una persona
«en razón de su género». Sin embargo, ordina-
riamente se la asocia a la violencia ejercida con-
tra la mujer, de manera que, en la práctica, se la
identifica con la violencia contra la mujer por
ser mujer.
No es esta la única ni la primera manifesta-
ción de la manipulación que encierra la expre-
sión violencia de género. La primera está ya pre-
sente en la ambigúedad del término género, al
que nos hemos referido ampliamente. Pero,
además, parece claro que los organismos inter-
nacionales consideran que padece violencia to-
da mujer a la que se le restringe el ejercicio pleno
de los llamados «derechos sexuales y reproduc-
tivos». Este enfoque ideológico oculta y niega
además la existencia de la violencia ejercida por
la mujer. Es ciertamente un hecho que, en mu-
chos casos, la mujer es víctima de violencia. De-
be ser absolutamente condenado, sin paliativos
ni justificaciones; y se deben tomar todas las
medidas necesarias para su erradicación. Pero
no es menos cierto que en otros casos también
la mujer es el sujeto activo de la violencia, la
provoca y realiza.
El concepto violencia de género lleva implíci-
ta una fuerte carga ideológica. En el año 2004, la
Real Academia Española realizó un informe
precisando que dicha expresión es lingúística-
mente incorrecta y, por tanto, no debería em-
plearse en español. Se trata de un anglicismo
incorrecto. En su lugar, proponía utilizar expre-
siones como «violencia doméstica», «violencia
sexista» o «violencia contra la mujer». Pero no
se trata de simples controversias lingúísticas,
sino de llamar a las cosas por su nombre para
no desvirtuar su verdadero sentido.
En la «Declaración sobre la Eliminación de
la Violencia de Género contra la Mujer», hecha
pública por las Naciones Unidas en 1994, se ex-
plica en el artículo primero su significado de
esta manera: todo acto de violencia basado en la
pertenencia al sexo femenino que tenga o pueda
tener como resultado un daño o sufrimiento fí-
sico, sexual o psicológico para la mujer, inclui-
das las amenazas de tales actos, la coacción o la
privación arbitraria de la libertad, tanto si se
producen en la vida pública como en la vida
privada. Este significado se ha visto ampliado
en la misma legislación, abarcando también
otros actos mediante los cuales se discrimina,
ignora, somete y subordina a las mujeres en los
diferentes aspectos de su existencia.
Pero más allá tanto de la manipulación co-
mo del reduccionismo de esta concepción ideo-
lógica, es necesario subrayar que la violencia
contra la mujer, por el hecho de serlo, existe;
como existen también otros muchos tipos de
violencia doméstica o de violencia en el entorno
familiar; y como existe también la violencia ejer-
cida por la mujeres contra los varones. Todos
ellos han de ser erradicados de la sociedad. Y
para ello es importante el papel que deben desem-
peñar, los medios de comunicación, el ordena-
miento jurídico de los distintos países, así como
el sistema educativo. No es bueno simplificar
las cosas; es necesario, al contrario, llegar a cap-
tar toda su complejidad.
Quizá el primer camino que hay que em-
prender para llevar a efecto esta erradicación es
el camino de la prevención. Incluye un cambio
muy grande en la forma de ver las relaciones
entre varones y mujeres, la superación de cual-
quier tipo de manipulación y un esfuerzo edu-
cativo que comience en la Propia familia, pro-
mueva la madurez sexual y afectiva y oriente a
la aceptación de la propia identidad personal.
La educación es uno de los cauces más eficaces
para construir la propia identidad como hombre
o mujer desde los primeros años, promoviendo
la tolerancia, el respeto, el diálogo y la acepta-
ción de quien es diferente. Ayuda a desarrollar
en cada niño y niña la capacidad de relacionar-
se de igual a igual, valorando la diferencia como
algo que enriquece.
20. ¿Qué función asigna la ideología de género a la educación?
La educación constituye para la ideología de
género una de las estrategias más importantes
para cambiar lo que llaman prejuicios sobre los
roles asignados a varones y mujeres en la socie-
dad. Porque esto solo podrá conseguirse cuando
la sociedad vea como normales los postulados
que la ideología proclama. Para eso es absolu-
tamente necesaria la educación ya desde la in-
fancia. Por ello, existe la preocupación de inte-
grar la ideología de género en los programas
escolares, promoviendo proyectos educativos
que, en el fondo, presentan una identidad per-
sonal y afectiva radicalmente desvinculada de
la diversidad biológica de los seres humanos.
Pero estos proyectos no resultan verdadera-
mente educativos, porque excluyen el respeto y
la valoración de la diferencia. No ayudan a acep-
tar el propio cuerpo, tal como ha sido creado, y
a valorarlo también en su femineidad o mascu-
linidad, para reconocerse a sí mismo en el en-
cuentro con el diferente. No hace posible aceptar
con gozo el don específico del otro o de la otra
y enriquecerse recíprocamente.
La educación que se promueve desde la
ideología de género, trata, una vez más, de eli-
minar de los textos escolares todos los estereo-
tipos socioculturales. Toda connotación mascu-
lino /femenino es sistemáticamente erradicada,
incluso de los juegos infantiles. Porque, para
sus ideólogos, un niño es un niño básicamente
porque su padre le ha regalado juguetes de ni-
ño y le trata como un niño. Por eso postulan
dejarlos en libertad para que elijan ser niño o
niña o las dos cosas o ninguna. Se les pretende
enseñar sencillamente que el sexo lo puede ele-
gir cada uno.
En este sentido, se extienden cada vez más
programas de supuesta educación sexual, muy
alejados de un verdadero sentido moral, pro-
movidos por las autoridades locales, excluyen-
do de ellos la responsabilidad de los padres.
Nunca se insistirá suficientemente en el papel
insustituible de los padres en la educación de
sus hijos y en la importancia de reconocer y
respetar este derecho; y esto, de manera parti-
cular, en el campo de la educación afectivo-
sexual, tan relacionada con la intimidad de la
persona. Es un derecho y un deber que al Esta-
do corresponde garantizar y que todos debe-
mos exigir y reclamar.
La escuela no puede ignorar la dimensión
afectivo-sexual, pero no puede asumir esta tarea
y responsabilidad, que corresponde a la familia,
de una manera global. Su acción es de colabora-
ción y eventual suplencia de los padres, siempre
de acuerdo con ellos. Nunca la educación, tam-
poco en la escuela, puede significar neutralidad
frente a la identidad de género y los problemas
de la prevención de discriminaciones o de vio-
lencia de género. La identidad sexual entra de
lleno en la educación afectiva, pero no puede ser
instrumentalizada por la difusión de la ideolo-
gía de género. La escuela no debería permitir ni
debería prestarse a ningún tipo de adoctrina-
miento, ni siquiera bajo el pretendido reclamo
de la información.
Sin embargo, la ideología de género se ha
ido integrando gradualmente en los programas
educativos, sobre todo, se ha incorporado como
un contenido transversal. Esta estrategia impli-
ca impregnar toda la realidad educativa en con-
tenidos transversales, que deben estar presentes
en todo el currículo. Incide así en todos los pro-
yectos y las actividades escolares. Para su im-
plantación y para poder garantizar sus resulta-
dos es muy importante la capacitación de los
profesores. El cambio de mentalidad de los alum-
nos debe comenzar por los docentes.
Fruto de la implantación de esta ideología
ha sido la radicalización de la imposición de la
educación mixta en muchos países. No se pide
la posibilidad de hacerla mixta; se exige la obli-
gatoriedad con la finalidad, se dice, de evitar la
discriminación y en defensa de la igualdad de
oportunidades.
21. ¿Cuál es la actitud de la ideología de género ante la religión?
La ideología de género promueve, como hemos
visto, la deconstrucción del matrimonio, de la
familia, de la educación, de la cultura, Pero espe-
cialmente, de la religión, porque, según sus ideó-
logos, es la causa principal de la opresión de la
mujer: «Nada ha hecho más Por oprimir a la mu-
Jer que los credos y enseñanzas religiosas» (]
Lasch). Que la opresión femenina tiene raíces
religiosas es un dogma para el feminismo radical.
Toda propuesta religiosa ajena a la ideología
de género se tacha de fundamentalista. Y para
los ideólogos de género, toda forma de funda-
mentalismo político, cultural o religioso, exclu-
ye a la mujer de derechos humanos aceptados
internacionalmente y la convierten incluso en
blanco de violencia extrema. De manera parti-
cular, consideran el fundamentalismo religioso
como una fuerte amenaza al disfrute por parte
de la mujer de sus derechos humanos y a su
plena participación en la toma de decisiones en
la sociedad. Por ello, es necesario emprender el
camino de la deconstrucción de la religión y
además, de capacitar a las mujeres mismas para
determinar lo que sus culturas, religiones y cos-
tumbres significan realmente para ellas.
l Según sus ideólogos y promotores, todas
as religiones son un invento humano; y las
principales, fueron inventadas por hombres
para oprimir a las mujeres. El feminismo radical
postula una nueva imagen de Dios como Sophia
(Sabiduría); propone descubrir no a Dios, sino
a la Diosa.
Las críticas y ataques a las religiones se di-
rigen de manera especial al cristianismo. Difun-
den la idea de que la liberación de la mujer exige
una crítica radical de la Biblia, que transmiti-
ría una concepción patriarcal de Dios, alimen-
tada por una cultura esencialmente androcén-
trica y machista. Se intenta incluso deconstruir
la figura de Cristo, que según ellos, es una pura
construcción histórica, sin base real. Algunos
ven el cristianismo como una teología abusiva
que glorifica el sufrimiento: Dios Padre exige y
efectúa el sufrimiento y la muerte de su propio
hijo. Consideran sin importancia e irrelevante
el hecho de que el Hijo de Dios haya asumido la
naturaleza humana en su forma masculina.
Los ataques al cristianismo se dirigen muy
frecuentemente a la Iglesia actual y a cuanto la
representa. Se ataca al Vaticano por oponerse a
los «derechos a la salud reproductiva» o al matri-
monio entre homosexuales. No podría ser de otro
modo, porque la enseñanza de la Iglesia católica
choca frontalmente con la doctrina de la ideología
de género respecto a la sexualidad y la vida, el
matrimonio y la familia, la cultura y la sociedad.
Y choca especialmente en la concepción antropo-
lógica de fondo. La antropología teológica se
asienta sobre la base de la verdad revelada sobre
el hombre, creado a imagen y semejanza de Dios:
«Y dijo Dios: Hagamos al ser humano a nuestra
Imagen, como semejanza nuestra [. . .]. Creó, pues,
Dios el ser humano a imagen suya, a imagen de
Dios le creó, hombre y mujer los creó» (Gén 1,26-
27). Y, desde el principio, confirma también la
Biblia, de modo inequívoco, la importancia de la
diferencia sexual. De manera que la igual digni-
dad de las personas se realiza como complemen-
tariedad física, psicológica y ontológica.
Por otra parte, merece la pena señalar que
contrastan con las posturas de ataque a las reli-
giones, a la Iglesia católica, en concreto, la vida
las ideas, la Opinión de la mayoría de las mujeres
del mundo, que, como hacen ver distintos infor-
mes sociológicos, defienden sus tradiciones re-
ligiosas como la mejor de las protecciones de los
derechos y la dignidad de la mujer. Mujeres
católicas, evangélicas, ortodoxas y judías agra-
decen las enseñanzas de sus credos religiosos
sobre el matrimonio y la familia, la sexualidad
y el respeto a la vida humana.
22. ¿A dónde conduce?
Entre las consecuencias que desencadena, nos
hemos referido a las antropológicas, sociales,
educativas y religiosas. En el fondo, la ideología
de género conduce a una nueva cultura y a una
nueva sociedad. Esto es en realidad lo que ver-
daderamente pretende. No se trata de la lucha
por mejorar la situación de las mujeres concre-
tas; se trata de conseguir una sociedad sin clases
de sexos, sin hombres ni mujeres, tal como los
conocemos. A eso tiende todo el proceso de
deconstrucción del sexo, del matrimonio, de la
familia, a crear un mundo nuevo y utópico en el
que no exista la bipolaridad sexual. En realidad,
el género se convierte en un proceso de decons-
trucción antropológica, que caracteriza toda la
cultura posmoderna.
El individuo contemporáneo no se reconoce
ya en una sociedad hétero-sexista. Se trata de su-
perar la diferencia de los sexos, como una opre-
sión alienante, impuesta por la naturaleza; de
llegar a una sociedad sin «clases de sexo». En el
marco de la nueva cultura, hablar de «comple-
mentariedad entre varón y mujer» resulta dis-
criminatorio y contrario a la ética. Proclamar
que «el niño tiene pene» y «la niña tiene vulva»,
se entiende como «ataque a los derechos funda-
mentales y las libertades públicas», incitación al
odio y a suscitar fobia. Porque, en definitiva,
para la ideología de género, para ser libre, el ser
humano tiene que poder elegirse a sí mismo. Su
derecho más fundamental es el derecho a ser él
mismo, a ser varón o mujer, fuera de la imposi-
ción de la naturaleza.
La naturaleza, de negada, pasa a ser ignora-
da. Sus consecuencias, como la destrucción de
la familia biológica, permitirían el nacimiento
de varones y mujeres nuevos. Para los líderes
del movimiento queer, se trata de desestabilizar
la «heterosexualidad obligatoria», destruir el
orden «heteronormativo» y repensar la organi-
zación social según los modelos homosexuales
y transexuales. Así se respetará la igualdad de
los individuos, cualquiera que sea su orienta-
ción sexual, La homosexualidad, el lesbianismo,
las relaciones extramatrimoniales no se consi-
derarán ya de manera liberal como posibles op-
ciones alternativas fuera de la reglamentación
del Estado. Incluso se abandonarán las mismas
categorías de homosexualidad y heterosexuali-
dad. La humanidad podrá volver finalmente a
su sexualidad polimorfa.
En esta nueva sociedad, una nueva ética de-
berá reemplazar las culturas tradicionales y la
ética judeocristiana. Es la ética de la «libre elec-
ción», porque, como dicen, solo «la libertad nos
hace más verdaderos». El hombre quiere hacer-
se por sí solo y disponer de sí mismo exclusiva-
mente. La voluntad se convierte en el atributo que
define al ser humano y que define toda la realidad.
La verdad será lo que la voluntad quiera elegir, el
mismo ser humano creará la verdad. Desaparecen
los valores y las virtudes, solo hay ya apetencias.
Y el hombre, en definitiva, vive contra la verdad.
Es el reino del relativismo absoluto.
Se trata, sin embargo, de una ética impuesta,
no propuesta. Pretende imponerse como un pen-
samiento único, aunque la deconstrucción de la
antigua se alcance progresivamente a través de
los medios de comunicación, las legislaciones, las
políticas, las medidas educativas, la propaganda.
La imposición no se hace con la violencia física,
sino con la violencia intelectual, una violencia más
refinada y suave, con la manipulación del lengua-
je, las subvenciones, las leyes parlamentarias.
23. ¿A qué se debe la rápida difusión de la ideología de género?
Podría pensarse que este sistema ideológico, de-
bido a su carencia de base y rigor científicos y a
sus limitaciones filosóficas, quedaría relegado
a pequeños círculos esotéricos. Sin embargo, se
ha implantado fuertemente en la cultura y en la
sociedad actual, aunque muchos no lleguen a ser
conscientes de ello ni de sus consecuencias.
Quizá hay que buscar la razón en el espacio
que deja a la libertad individual. Además, de-
fiende «verdades» que pueden atraer sin más,
como la igualdad de derechos del varón y de la
mujer o el principio de no discriminación de las
personas por motivo del sexo. Y quizá no se lle-
gue a ver y a comprender suficientemente que
la paridad de derechos no elimina las diferen-
cias antropológicas; y que la no discriminación
no exige prescindir de la diferencia sexual ni
legitimar cualquier comportamiento individual
O reivindicar derechos particulares para distin-
tos grupos de personas, como, por ejemplo, las
personas homosexuales,
Es decir, ese amplio espacio que se deja a la
libertad está cargado de ambigiiedades y se
transmite a través de la manipulación de las per-
sonas. Los medios de transmisión han sido y son
muy poderosos. Y tienen un influjo especial los
medios de comunicación de masas. Son agentes
que divulgan y refuerzan creencias y valores, y
que presentan también nuevos modelos sociales
de cambio. Ofrecen estilos de vida, actitudes,
pautas de comportamiento que, aunque puedan
ser minoritarias, reflejadas por ejemplo en la te-
levisión, se magnifican de tal manera, que fácil-
mente son imitadas por buena parte del público.
La reiteración de los mensajes hace además que,
aunque en un principio se consideren negativos,
lleguen a ser progresivamente aceptados.
Son conocidos los intereses económicos que
apoyan a los representantes de la ideología de
género, a los movimientos gais, así como a las
técnicas que promueven la procreación artifi-
cial. Y a estos intereses económicos se unen fre-
cuentemente otros intereses políticos. Ellos
mueven los poderosos medios de implantación
y difusión de esta ideología: la propaganda ma-
siva, las leyes y los sistemas educativos.
Actualmente muchas prestigiosas universi-
dades, no solo de Estados Unidos, difunden
abiertamente esta perspectiva; en colegios y es-
cuelas está implantada por la legislación vigen-
te como contenido transversal; las series de te-
levisión abundan en temas relacionados con las
cuestiones de género; y las leyes se han conver-
tido en el pedagogo que quiere dirigir la identi-
dad personal y afectiva, la vida más íntima de
las personas.
No llama ya la atención la amplia presencia
de la ideología de género en las diversas agen-
cias de la Organización de las Naciones Unidas,
que han ido divulgando en muy diferentes do-
cumentos, a lo largo de las últimas décadas, los
postulados de la ideología por todo el mundo.
Tuvo una resonancia especial en la Cumbre de
El Cairo (1994) y, sobre todo, en la de Pekín (1995).
Las conclusiones de ambas motivaron una fuer-
te reacción en muchos países; sin embargo, no
pudieron lograr que dichas conclusiones no se
convirtieran en la doctrina, la filosofía y el len-
guaje propios de la ideología de género.
Se llega así a la dictadura del pensamiento
único y de lo políticamente correcto, aplicado a la
postura de tolerancia por la que resulta políti-
camente incorrecto criticar la discriminación
positiva en favor de las minorías feministas, o
normal el lesbianismo y la homosexualidad,
o bien oponerse al aborto o al matrimonio entre
personas del mismo sexo. Es decir, lo política-
mente correcto es la trasgresión, la provocación,
la chabacanería, la telebasura.
24. ¿Es posible el diálogo con la ideología de género?
Sería muy deseable y beneficioso que pudiera
existir el diálogo. Es, sin duda, una de las acti-
tudes fundamentales que deben estar presentes
en la sociedad actual. Debería caracterizar es-
pecialmente a los intelectuales, a los gobernan-
tes, a los educadores, a los agentes de pastoral,
a cuantos detentan funciones de autoridad,
formación y animación. Debe impregnar la fa-
milia, las instituciones educativas, culturales y
sociales. Para la Iglesia es un deber fundamen-
tal ir hacia el diálogo con el mundo en el que le
toca vivir.
Pero el diálogo implica algunas actitudes
interiores que no siempre resultan fáciles: la dis-
ponibilidad a la apertura y a la escucha, la ama-
bilidad, afabilidad y humildad, la confianza y
la prudencia, la claridad en el intercambio del
pensamiento, la búsqueda de la verdad. Son
condiciones básicas para poder comenzarlo y
desarrollarlo; y precisamente aquí se encuen-
tran las grandes dificultades para entablar un
diálogo constructivo con la ideología de género.
Como reconocen los grandes estudiosos de
dicha ideología, se trata de un sistema cerrado
ante el cual no se encuentran formas de argu-
mentar. En efecto, no se puede apelar ni a la
naturaleza, ni a la razón, ni a la experiencia. No
puede apelarse a la naturaleza humana, porque
no creen en ella. Para los cultores de la ideología
de género, la naturaleza no existe, es negada y
eliminada. No se puede tampoco recurrir a la
razón, porque al negar las diferencias sexuales,
inscritas en lo más profundo del hombre y de la
mujer, se niega toda posible fundamentación
antropológica. Ni siquiera es posible el recurso
a la experiencia, porque para ellos, todo es un
«producto construido socialmente». No impor-
ta la evidencia de las ideas, ni el rigor filosófico
de los argumentos, ni la fuerza y solidez de la
realidad y de la experiencia.
Por ello, quizá, más que dirigir el diálogo
directamente hacia el centro de la ideología,
convenga pedagógicamente fijarse en los alre-
dedores. Y en los alrededores están muchos
hombres y muchas mujeres que son atraídos o
simpatizan con movimientos feministas o de
otro tipo, que reivindican honestamente la igual-
dad de derechos o rechazan las discriminacio-
nes que existen todavía respecto a la situación
social, laboral y política de la mujer y, sin em-
bargo, no son conscientes o no tienen informa-
ción suficiente sobre las verdaderas pretensio-
nes de la ideología de género.
Merece la pena el esfuerzo de conocer y ayu-
dar a conocer esta ideología en cuya difusión
están empeñados tantos poderes económicos y
políticos. Y es importante también tender puen-
tes, reconociendo los posibles aspectos que es
necesario considerar. Una de ellos, esencial en
los movimientos feministas que han llevado a
la ideología de género, es la igualdad entre va-
rones y mujeres. No solo ha de ser reconocida,
sino también buscada y querida expresamente.
Pero la igualdad entre hombres y mujeres
solo puede ser bien entendida y realizada si par-
te de la diferencia, si está fundada en la comple-
mentariedad entre el varón y la mujer. Porque
el fundamento de la verdadera igualdad entre
hombres y mujeres no consiste en un simple
«traspaso de roles»; la diferencia entre hombres
y mujeres tiene que considerarse también onto-
lógicamente. No se trata de deconstruir el ma-
trimonio o la familia. Se trata, más bien, de que
varones y mujeres hagan visible en sus propias
vidas que se puede conjugar y armonizar la pro-
creación y la producción, la vida de familia y el
trabajo. Porque una sociedad funciona cuando
es capaz de celebrar culturalmente la vida y de
proteger a la familia. La superación de la «fami-
lia patriarcal» no pasa por la supresión de la
familia, porque, como hemos explicado, la fa-
milia no es simplemente una realidad sociocul-
tural, sino antropológica.
25. ¿Cuál es la postura de la Iglesia católica?
La Iglesia no puede guardar silencio ante unas
orientaciones que se oponen frontalmente a la
fe, a las costumbres y al sentir cristiano. La toma
de postura se ha manifestado de manera espe-
cial en la enseñanza de los últimos papas.
Juan Pablo ll alerta y advierte ya en la déca-
da de los ochenta del pasado siglo sobre los pe-
ligros de las ideologías más «insidiosas y cela-
das» que intentan instrumentalizar incluso los
derechos del hombre contra el hombre y contra
la familia. De manera particular, en sus cateque-
sis sobre el amor humano y la teología del cuer-
po, señala de forma muy lúcida que el camino
de superación del reduccionismo antropológico
propio de la ideología de género ha de partir de
una antropología adecuada. Esta antropología
pretende, según el Papa, abarcar íntegramente
al hombre, ofreciendo unas coordenadas funda-
mentales para encuadrar la definición del ser
humano, partiendo de su corporeidad sexuada.
Del mismo modo, dicha antropología ayuda
a descubrir el verdadero sentido del cuerpo hu-
mano, superando la falsa dicotomía entre sexo
y género, que propugna la ideología de género.
Corrige una visión puramente mecanicista O
biologicista del cuerpo y, por tanto, de la misma
persona, que no considera la sexualidad como
signo y expresión de toda ella. Reclama, ade-
más, la unidad fundamental de toda la persona,
como presupuesto fundamental para compren-
der el significado de la corporeidad sexuada del
ser humano, tal como se desprende del plan
creador de Dios.
De manera concreta, antes de la celebración
de la Conferencia de Pekín, destaca la estrecha
relación de la mujer y la familia, señalando que
no hay respuesta a los temas sobre la mujer
que pueda pasar por alto su función en la fami-
lia. Por ello, para respetar este orden natural es
necesario hacer frente a la concepción equivo-
cada de que la función de la maternidad es opre-
siva para la mujer.
Benedicto XVI se refirió a la ideología de
género en diversas ocasiones. De una manera
precisa, expresa su pensamiento en los discur-
sos dirigidos a la Curia Romana, con motivo de
la fiesta de la Navidad, en los años 2008 y 2012.
En ellos, el Papa reflexiona, ante todo, sobre el
significado mismo de la ideología de género.
Según Benedicto XVI, dicha ideología considera
a la mujer como un ser oprimido, y este dato
sirve de centro nuclear para cualquier actividad
de liberación tanto política como antropológica,
con el objetivo de liberar al ser humano de su
biología. En este proceso, distingue también el
fenómeno biológico de la sexualidad de sus for-
mas históricas, a las que denomina gender, y
emprende una revolución contra las formas his-
tóricas de la sexualidad que culmina en una
revolución contra los presupuestos biológicos.
Para el Papa, los representantes de la ideo-
logía de género no admiten que la naturaleza
tenga algo que decir; el ser humano puede mol-
dearse a su gusto, tiene que hacerse a sí mismo
según lo que él quiera, liberándose de cualquier
presupuesto de su ser. Pero, en el fondo, dice el
Papa, todo esto expresa una insurrección del
hombre contra los límites que lleva consigo co-
mo ser biológico; se opone así, en último extre-
mo, a su ser criatura.
Recuerda que según el relato bíblico de la
creación, el haber sido creado por Dios como
varón y mujer pertenece a la esencia de la cria-
tura humana. Y esta dualidad es esencial para
el ser humano, tal como Dios la ha dado. Sin
embargo, esta dualidad es la que impugna la
ideología de género, defendiendo que ya no es
válida la afirmación: «Varón y mujer los creó»
(Gén 1,27). Lo que defienden precisamente es
que no ha sido El quien los creó varón y mujer,
sino que hasta ahora ha sido la sociedad la que
lo ha determinado, y ahora es el mismo ser hu-
mano quien tiene que decirlo. El hombre niega
así su naturaleza.
Si hoy deploramos, añade el Papa, la mani-
pulación de la naturaleza, por lo que se refiere
al medio ambiente, en la ideología de género,
esta manipulación se convierte en la opción de
fondo del hombre respecto a sí mismo. Se niega
a varones y mujeres su exigencia creacional de
ser formas de la persona humana que se inte-
gran mutuamente.
También el papa Francisco se ha referido a
la ideología de género en distintas ocasiones. La
más importante se encuentra en su reciente ex-
hortación apostólica Amoris laetitia. Para Fran-
cisco, constituye uno de los desafíos actuales
más fuertes a los que deben enfrentarse el ma-
trimonio y la familia.
Según el Papa, dicha ideología niega la di-
ferencia y reciprocidad natural de hombre y de
mujer, presenta una sociedad sin diferenciación
de sexos y vacía el fundamento antropológico
de la familia. De manera que la identidad hu-
mana viene determinada por una opción indi-
vidualista, que también cambia en el tiempo. Y
resulta especialmente inquietante su pretensión
de imponerse como pensamiento único, «que
determine incluso la educación de los niños».
Denuncia, en este sentido, que esta ideolo-
gía lleve a proyectos educativos y directrices
legislativas que promueven una identidad per-
sonal y una intimidad afectiva radicalmente
desvinculadas de la diversidad biológica entre
hombre y mujer.
Por otra parte, alude también a la revolución
biotecnológica en el campo de la procreación
humana, que «ha introducido la posibilidad de
manipular el acto generativo, convirtiéndolo en
independiente de la relación sexual entre hom-
bre y mujer». Según Francisco, de este modo, la
vida humana, así como la paternidad y la mater-
nidad, se han convertido en «realidades compo-
nibles y descomponibles, sujetas principalmente
a los deseos de los individuos o de las parejas».
Destaca el Papa, finalmente, que una cosa es
comprender la fragilidad humana o la comple-
jidad de la vida, y otra, aceptar ideologías que
pretenden partir en dos los aspectos insepara-
bles de la realidad: «Somos creaturas, no somos
omnipotentes. Lo creado nos precede y debe ser
recibido como don. Al mismo tiempo, somos
llamados a custodiar nuestra humanidad, y eso
significa ante todo, aceptarla y respetarla como
ha sido creada» (AL 56).
Pero no solo el magisterio pontificio, tam-
bién los distintos episcopados y obispos en sus
respectivas diócesis se han referido, a través de
documentos y declaraciones, a las diferentes
cuestiones de la ideología de género. La Confe-
rencia Episcopal Española publicó en el año
2001: «La familia, santuario de la vida y espe-
ranza de la sociedad». Se trata de una extensa
instrucción estructurada en cuatro grandes par-
tes. En ellas, el documento dirige una mirada a
la cultura y a la sociedad actual en lo que con-
cierne al valor de la vida humana, al matrimonio
y a la familia, analizando las claves antropoló-
gicas. En este marco manifiesta el rechazo de la
identidad sexual que proviene de la ideología
de género. Según los obispos españoles, es el
intento de presentar el mismo género sexual,
masculino y femenino, como un producto me-
ramente cultural, considerando la sexualidad
algo ajeno a la identidad personal. De este mo-
do, la liberación de la mujer consistiría en un
ideal de vida separado de los significados de su
sexualidad, que se entenderían como un peso
esclavizante.
De manera especial señalan los problemas
educativos que acarrean estas teorías, dificul-
tando a muchos adolescentes y jóvenes alcanzar
su verdadera identidad sexual. Por ello, resulta
necesario llegar a descubrir un auténtico feminis-
+no que reconozca los valores de la mujer en una
armonización de los sexos que construya a las
personas.
En el año 2012 hacen público un documento
(«La verdad del amor humano»), en el que se
refieren a la ideología de género de una manera
sistemática. Después de tratar sobre la verdad
del amor inscrita en el lenguaje del cuerpo y
sobre el amor conyugal, se detienen a considerar
la disolución de la imagen del hombre.
El documento describe con rigor esta ideo-
logía y señala los caminos por los que se ha lle-
gado a la difusión de esta manera de pensar tan
presente en la cultura actual. Destaca especial-
mente la manipulación del lenguaje, el ordena-
miento legislativo y el sistema educativo. A
estas cuestiones, la Asamblea Plenaria de los
Obispos Españoles había dedicado anterior-
mente algunos documentos específicos, denun-
ciando por ejemplo, el modo de presentar la
asignatura de «Educación para la Ciudadanía»
(2007) o las exigencias impuestas en materia de
educación sexual en la «Ley de salud reproduc-
tiva e interrupción voluntaria del embarazo»
(2009). Denuncian ahora, de nuevo, que las pro-
puestas de la ideología de género se han exten-
dido y agudizado, promovidas a veces por las
mismas autoridades competentes, llevándose
a la práctica en programas de supuesta educa-
ción sexual.
Alude también el documento a la teoría queer
sobre el carácter performativo del sexo y a la teo-
ría del cyborg, entre cuyos objetivos está, como
paso primero, la emancipación del cuerpo y la
eliminación de la naturaleza. Pero el documento
denuncia en especial la falta de apoyo social,
económico y político al matrimonio y a la fami-
lia, debida en gran parte a la presencia de esas
ideologías en las políticas sobre la familia.
Finalmente, ofrece algunas orientaciones
para salir al paso de las graves consecuencias de
la ideología de género. La primera es el testimo-
nio de un amor humano verdadero vivido en
una sexualidad integrada. Es además necesario
recuperar un lenguaje por parte de todos —po-
deres públicos, educadores, medios de comuni-
cación— que sepa distinguir realidades que, por
ser diferentes, nunca pueden equipararse. Resul-
ta también imprescindible la ayuda social al ma-
trimonio y la familia, proclamar la igual digni-
dad del hombre y de la mujer, el reconocimiento
del papel insustituible de los padres en la edu-
cación de sus hijos, a todos los niveles, las polí-
ticas familiares justas y adecuadas. Y es impor-
tante, en el caso de leyes que no respeten el bien
común, manifestar la propia disconformidad.
Para los obispos españoles, la mejor res-
puesta a la ideología de género y a la actual cri-
sis matrimonial es la «nueva evangelización».
Es necesario proponer a Cristo como camino
para vivir y desarrollar la vocación al amor, re-
cuperando «el fervor de los orígenes, la alegría
del comienzo de la experiencia cristiana, hacién-
dose acompañar por Cristo, como los discípulos
de Emaús el día de Pascua».
Fuente: 25 preguntas sobre ideologia de genero – Eugenio Alburquerque