Primera Lectura
Del libro del profeta Baruc 4, 5-12. 27-29
“¡Ánimo!, pueblo mío, tú que llevas el nombre de Israel. Ustedes fueron vendidos a los paganos, pero no para ser destruidos; por haber provocado la ira de Dios fueron entregados a sus enemigos. Provocaron la indignación de su Creador, ofreciendo sacrificios a los ídolos y no a Dios; han olvidado al Dios eterno, que los alimentó, y han entristecido a Jerusalén, que los crió. Cuando Jerusalén vio venir sobre ustedes la ira de Dios, dijo: ‘Escuchen, ciudades vecinas de Sión: Dios ha mandado sobre mí una gran desgracia: he visto que desterraban a mi pueblo, a mis hijos e hijas, por orden del Eterno. Yo los había criado con júbilo y los he dejado partir con llanto. Que nadie vuelva a alegrarse conmigo, porque soy viuda y estoy abandonada. Por los pecados de mis hijos me encuentro sola, pues se apartaron de la ley de Dios’. Pero tengan ánimo, hijos míos, e invoquen al Señor, porque el que les envió estas desgracias se acordará de ustedes. Así como un día se empeñaron en alejarse de Dios, así vuélvanse ahora a él y búsquenlo con mucho mayor empeño, pues el que les mandó todas estas desgracias les dará también con su salvación la eterna alegría”. Palabra de Dios.
Salmo Responsorial
R. El Señor jamás desoye al pobre.
Se alegrarán al ver al Señor los que sufren; quienes buscan a Dios tendrán más ánimo, porque el Señor jamás desoye al pobre ni olvida al que se encuentra encadenado. R.
Ciertamente el Señor salvará a Sión, reconstruirá a Judá; la heredarán los hijos de sus siervos, quienes aman a Dios la habitarán. R.
Evangelio 4 de Octubre 2025
Del santo Evangelio según san Lucas 10, 17-24
En aquel tiempo, los setenta y dos discípulos regresaron llenos de alegría y le dijeron a Jesús: “Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre”. Él les contestó: “Vi a Satanás caer del cielo como el rayo. A ustedes les he dado poder para aplastar serpientes y escorpiones y para vencer toda la fuerza del enemigo, y nada les podrá hacer daño. Pero no se alegren de que los demonios se les sometan. Alégrense más bien de que sus nombres están escritos en el cielo”. En aquella misma hora, Jesús se llenó de júbilo en el Espíritu Santo y exclamó: “¡Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y a los entendidos, y las has revelado a la gente sencilla! ¡Gracias, Padre, porque así te ha parecido bien! Todo me lo ha entregado mi Padre y nadie conoce quién es el Hijo, sino el Padre; ni quién es el Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar”. Volviéndose a sus discípulos, les dijo aparte: “Dichosos los ojos que ven lo que ustedes ven. Porque yo les digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven y no lo vieron, y oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron”. Palabra del Señor.
Reflexion del Evangelio de Hoy Sábado 4 de Octubre de 2025
Jesús se nos presenta como la culminación y la plenitud de toda la historia de la salvación. En Él confluyen las promesas del Antiguo Testamento, las esperanzas del pueblo de Israel y el plan eterno del Padre para la redención de la humanidad. Cada palabra, cada gesto y cada acción de Jesús revelan que el tiempo de la espera ha llegado a su cumplimiento: el Reino de Dios está en medio de nosotros.
La misión de los setenta y dos discípulos se desarrolla como un signo visible de esta plenitud. Enviados por Jesús, regresan con el corazón lleno de alegría y gratitud, porque han experimentado la eficacia del poder mesiánico que Él mismo les compartió. No vuelven con las manos vacías: regresan testigos de que, en el nombre de Cristo, muchos han sido liberados no solo del pecado y del mal moral, sino también de enfermedades, dolencias y opresiones físicas.
Estos acontecimientos no son simples anécdotas, sino signos claros de los tiempos definitivos: Satanás, símbolo de todo mal y división, ha sido vencido, y el mensaje del Evangelio encuentra eco en los corazones de los más humildes y sencillos. Ellos, que no se creen autosuficientes ni sabios a los ojos del mundo, se abren con confianza al don de Dios y reciben con gozo la semilla del Reino.
La enseñanza de Jesús nos conduce a descubrir dónde está la verdadera alegría. No se trata únicamente de ver prodigios o de sentir la satisfacción del éxito en la misión, sino de algo mucho más grande: “Alégrense de que sus nombres estén escritos en el cielo” (cf. Lc 10, 20). Esa certeza de ser conocidos, amados y llamados por Dios a la vida eterna es el motivo más profundo de gozo para todo cristiano.
En este pasaje, comprendemos que la salvación no es una idea abstracta ni un acontecimiento lejano: es una realidad viva que se experimenta en el encuentro con Cristo, en la victoria del bien sobre el mal, y en la esperanza firme de que nuestra vida tiene un destino eterno en la comunión con el Padre.
