Evangelio de Hoy Lunes 15 de Septiembre de 2025
La Virgen María, santísima Madre de Dios, compartió de manera profunda el sufrimiento de su Hijo en la pasión. Por ello, también participa de manera especial en la gloria de su resurrección. La compasión de María, que hoy recordamos en esta celebración, nos hace ver que al estar junto a la cruz, su maternidad se abrió a todo el Cuerpo de Cristo, es decir, a la Iglesia entera, a cada uno de nosotros.
Evangelio del dia Lunes 14 de Septiembre de 2025
Del santo Evangelio según san Juan 19, 25-27
25 Junto a la cruz de Jesús estaba su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena.
26 Cuando Jesús vio a su madre.
27 Luego dijo al discípulo: «¡Ahí tienes a tu madre!». Y desde aquella hora el discípulo la recibió como suya.
Reflexión del Evangelio del Lunes 15 de Septiembre de 2025
Reflexión del Evangelio de la Biblia de la Iglesia en América
19,25-27. Esta tercera escena (nota a 19,16b-22) es un hermoso y conocido relato de Juan: la preocupación de Jesús por su madre y su discípulo amado, quienes lo acompañan al pie de la cruz. A María y al discípulo amado, que representa a todos los discípulos, Jesús no los deja solos, pues les pide que se acompañen y cuiden en pertenencia mutua (él es «tu hijo»… ella es «tu madre»). El reinado de Jesús hace de los suyos una familia que tiene un mismo Padre, el Padre celestial, que hace partícipes de su vida a todos, y una misma madre, la madre de Jesús, a quien le entrega el cuidado de sus discípulos. A los discípulos, por su parte, les incumbe recibir como propia a la madre de Jesús, siguiendo el modelo del discípulo amado. El despojo del Crucificado es total: ¡no le queda para entregar más que su Espíritu! (19,30).
Reflexión del Evangelio de la Biblia de Navarra
Las palabras de Jesús a su Madre y al discípulo (vv. 25-27) revelan el amor filial de Jesús a la Santísima Virgen. Al declarar a María como Madre del discípulo amado, la introduce de un modo nuevo en la obra salvífica, que, en ese momento, queda culminada. Jesús establece así la maternidad espiritual de María. «La Santísima Virgen avanzó
también en la peregrinación de la fe, y mantuvo fielmente su unión con el Hijo hasta la Cruz, junto a la cual, no sin designio divino, se mantuvo erguida (Jn 19,25), sufriendo profundamente con su Unigénito y asociándose con entrañas de madre a su sacrificio, consintiendo amorosamente en la inmolación de la Víctima que Ella misma había
engendrado; y, finalmente, fue dada por el mismo Cristo Jesús, agonizante en la Cruz, como madre al discípulo» (Conc. Vaticano II, Lumen gentium, n. 58). Todos los cristianos, representados en el discípulo amado, somos
hijos de María. «Entregándonos filialmente a María, el cristiano, como el Apóstol Juan, “acoge entre sus cosas propias” a la Madre de Cristoy la introduce en todo el espacio de su vida interior, es decir, en su “yo” humano y cristiano» (Juan Pablo II, Redemptoris Mater, n. 45). «Juan, el discípulo amado de Jesús, recibe a María, la introduce en su casa, en su vida. Los autores espirituales han visto en esas palabras, que relata el Santo Evangelio, una invitación dirigida a todos los cristianos para que pongamos también a María en nuestras vidas. En cierto sentido, resulta casi superflua esa aclaración. María quiere ciertamente que la invoquemos, que nos acerquemos a Ella con confianza, que apelemos a su maternidad, pidiéndole que se manifieste como nuestra Madre» (S. Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa, n. 140).