El Salmo 119 no es cualquier salmo. Es el más largo de toda la Biblia, con sus 176 versículos organizados alfabéticamente según el alfabeto hebreo. Pero más allá de su longitud, lo que lo hace profundamente especial es su contenido: un canto apasionado a la Palabra de Dios. No se trata solo de un poema, es una verdadera meditación espiritual sobre el valor de la Ley del Señor, que es presentada como luz, escudo, guía, delicia y vida para el creyente.
En este artículo quiero llevarte a recorrer, como si fuera un camino espiritual, las profundidades del Salmo 119. Me he dejado conducir por sus versículos como quien se adentra en un bosque sagrado, donde cada árbol es una letra y cada hoja es una promesa.
1. ¿Qué es el Salmo 119? Un acróstico divino
El Salmo 119 está compuesto por 22 estrofas de ocho versículos cada una. Cada estrofa comienza con una letra del alfabeto hebreo, desde la alef hasta la tav, y en cada estrofa, todos los versículos inician con esa misma letra. Este estilo literario no solo muestra una perfección estética, sino que simboliza que la Palabra de Dios abarca desde la A hasta la Z, desde el principio hasta el fin.
Cada versículo, con muy pocas excepciones, menciona algún término relacionado con la Ley de Dios: torá (ley), preceptos, decretos, mandamientos, testimonios, estatutos, juicios, camino, palabra, promesa… Cada palabra resuena con una nota diferente de un mismo himno: la fidelidad del Señor.
2. La Palabra como luz y camino
Uno de los versículos más conocidos de este salmo es:
“Lámpara es tu palabra para mis pasos, luz en mi sendero” (Sal 119,105)
¿Quién no ha sentido, alguna vez, oscuridad en su vida? Cuando todo parece confuso, cuando la duda nubla nuestras decisiones, la Palabra de Dios se convierte en esa lámpara silenciosa pero certera que alumbra justo lo necesario para el siguiente paso. No se trata de un reflector que muestra el camino completo, sino de una luz que acompaña paso a paso.
Caminar con la Palabra es aprender a confiar. Es decir: “Señor, no lo veo todo, pero si tu Palabra me guía, seguiré adelante”.
3. Delicia en medio del sufrimiento
Este salmo no es ajeno al dolor. Muy por el contrario, el salmista atraviesa momentos de persecución, angustia, desprecio e incluso injusticia. Sin embargo, en medio de todo eso, no clama venganza ni se deja dominar por la desesperanza. Repite una y otra vez algo sorprendente:
“Aunque los orgullosos me cubren de burlas, yo no me aparto de tu ley” (v.51)
“Mejor me es la ley de tu boca que miles de monedas de oro y plata” (v.72)
“Si tu ley no fuera mi delicia, ya habría perecido en mi miseria” (v.92)
¿Qué clase de persona puede hablar así? Alguien que ha hecho de la Palabra de Dios su alimento, su fortaleza interior, su escudo contra el desaliento.
Aquí aprendemos algo fundamental: quien se alimenta de la Palabra puede soportarlo todo. No porque ignore el dolor, sino porque encuentra un sentido más alto, una promesa que atraviesa la tormenta.
4. Amar la ley no es legalismo, es relación
Hoy en día, hablar de “ley” suena frío. Suena a reglas, a imposiciones. Pero en el Salmo 119, la Ley es presentada como una expresión viva del amor de Dios.
Para el salmista, cada precepto es una caricia divina, cada mandamiento es una señal del rostro de Dios. La ley no es una carga, sino un mapa que conduce a la plenitud:
“¡Cuánto amo tu ley! Todo el día es ella mi meditación” (v.97)
“Tus mandatos me hacen más sabio que mis enemigos” (v.98)
“Abrí la boca y suspiré, porque anhelo tus mandamientos” (v.131)
Quien ama la Palabra no es un fanático del texto, sino un enamorado de la voz que le habla a través de esas letras. Es alguien que ha descubierto que la Ley no está escrita solo en tablas de piedra, sino en el corazón del que escucha con fe.
5. Una espiritualidad de la perseverancia
A lo largo de sus 176 versículos, el salmista no se cansa de repetir, de rogar, de buscar. Una y otra vez, clama a Dios para que le enseñe, le instruya, le recuerde, le haga vivir:
“Enséñame, Señor, el camino de tus leyes” (v.33)
“Hazme vivir según tu promesa” (v.116)
“Inclina mi corazón a tus preceptos” (v.36)
La oración del salmista no es triunfalista, es humilde. Reconoce que necesita ayuda para perseverar, que su voluntad es débil, que sus ojos se nublan. Pero por eso mismo no deja de orar, de suplicar, de levantarse.
Este salmo es una escuela de oración diaria. Nos enseña que la vida espiritual no es un acto heroico puntual, sino una fidelidad cotidiana, hecha de pequeños actos de amor a la Palabra.
6. El Salmo 119 y Jesucristo
Para nosotros, cristianos, el Salmo 119 tiene un eco aún más profundo, porque todo lo que el salmista dice de la Ley, nosotros lo decimos de Cristo.
Él es la Palabra hecha carne (cf. Jn 1,14). Él es la luz del mundo (cf. Jn 8,12). Él es el camino, la verdad y la vida (cf. Jn 14,6). Todo lo que el salmista anhelaba en la Ley, nosotros lo encontramos en Jesús.
Podríamos leer el Salmo 119 como una oración a Cristo. Cada vez que dice “tu palabra”, pensemos: “Jesús”. Así, cada versículo se convierte en un acto de amor al Salvador, en un reconocimiento de que en Él se cumple la plenitud de la Ley.
7. El poder de meditar la Palabra
Una práctica antigua de la Iglesia es la lectio divina, una lectura orante de la Sagrada Escritura. El Salmo 119 es perfecto para eso. Uno puede tomar una estrofa cada día, meditarla, repetirla, memorizar un versículo. De hecho, algunos santos como San Jerónimo o San Agustín lo conocían de memoria.
La repetición no es cansancio. Es como quien se enamora de una melodía y quiere escucharla una y otra vez, saboreando cada nota. Así es este salmo: un cántico del alma sedienta que no se cansa de decirle a Dios: “Háblame, enséñame, condúceme”.
8. Recursos visuales para orar el Salmo 119
| Versículo | Cita | Aplicación |
|---|---|---|
| “Lámpara es tu palabra para mis pasos” | Sal 119,105 | Cuando necesites orientación |
| “En mi corazón guardo tus dichos” | Sal 119,11 | Para vencer la tentación |
| “Tu palabra, Señor, permanece para siempre” | Sal 119,89 | Cuando todo parezca inestable |
| “Bienaventurados los que caminan en la ley del Señor” | Sal 119,1 | Para comenzar cada día |
El Salmo 119 no solo es el más largo, es también uno de los más intensos espiritualmente. Su belleza no está en la variedad, sino en la constancia. Es un salmo que nos enseña que quien vive enamorado de la Palabra, vive de verdad.
Hoy te invito a hacer del Salmo 119 una oración diaria. No tienes que leerlo de golpe. Saborea cada estrofa. Deja que Dios te hable, no con ruido, sino con la dulzura de su Ley.
La Palabra de Dios no es letra muerta. Es semilla viva. Es fuego. Es espada. Es consuelo. Es verdad. Es Jesús mismo.
Texto Completo del Salmo 119
1 Dichosos los que caminan rectamente,
los que proceden en la ley de Yahvé.
2 Dichosos los que guardan sus preceptos,
los que lo buscan de todo corazón;
3 los que, sin cometer iniquidad,
andan por sus caminos.
4 Tú promulgaste tus ordenanzas,
para que sean guardadas cabalmente.
5 ¡Ojalá mis caminos estén firmes
para poder guardar tus preceptos!
6 No me veré entonces defraudado
al mirar todos tus mandamientos.
7 Te daré gracias con toda sinceridad
cuando aprenda tus justas normas.
8 Quiero observar tus preceptos,
no me abandones del todo.
Bet.
9 ¿Cómo purificará el joven su conducta?
Observando tu palabra.
10 Te busco de todo corazón,
no me desvíes de tus mandatos.
11 En el corazón guardo tu promesa,
para no pecar contra ti.
12 ¡Bendito seas, Yahvé,
enséñame tus preceptos!
13 Con mis labios he contado
lo que dispone tu boca.
14 Me recreo cumpliendo tus dictámenes
más que en toda riqueza.
15 Tus ordenanzas quiero meditar
y fijarme en tu forma de actuar.
16 Me deleito en tus preceptos,
no olvido tu palabra.
Guímel.
17 Favorece a tu siervo y viviré*,
y así guardaré tu palabra.
18 Abre mis ojos y contemplaré
las maravillas de tu ley.
19 Soy un forastero en la tierra,
no me ocultes tus mandamientos.
20 Me consumo todo deseando
tus normas en todo tiempo.
21 Tú has increpado a los soberbios*,
¡malditos los que se apartan de tus mandatos!
22 Aleja de mí* oprobio y menosprecio,
porque he guardado tus dictámenes.
23 Aunque los nobles deliberen contra mí,tu siervo medita en tus preceptos.
24 Tus dictámenes hacen mis delicias,
tus preceptos* son mis consejeros.
Dálet.
25 Estoy abatido en el polvo,
hazme vivir por tu palabra.
26 Te conté mi vida y me respondiste,
enséñame tus preceptos.
27 Indícame el camino hacia tus mandatos
y meditaré en todas tus maravillas.
28 Me deshago en lágrimas por la pena,
sosténme conforme a tu palabra.
29 Aléjame del camino de la mentira
y dame la gracia de tu ley.
30 He escogido el camino de la lealtad,
me conformo a tus disposiciones.
31 Me mantengo adherido a tus preceptos,
no me confundas, Yahvé.
32 Recorro el camino de tus mandatos,
pues tú dilatas mi corazón.
He.
33 Enséñame, Yahvé, el camino de tus preceptos,
lo quiero recorrer como recompensa*.
34 Dame inteligencia* para guardar tu ley
y observarla de todo corazón.
35 Llévame por la senda de tus mandatos,
que en ella me siento complacido.
36 Inclina mi corazón a tus dictámenes,
y no a ganancias injustas.
37 Aparta mis ojos de la vanidad,
hazme vivir por tu palabra*.
38 Mantén a tu siervo tu promesa,
que conduce a tu temor.
39 Apártame el oprobio que me espanta,
pues son buenas tus decisiones.
40 Mira que anhelo tus ordenanzas,
hazme vivir por tu justicia.
Vau.
41 ¡Llegue a mí tu amor, Yahvé,
tu salvación, conforme a tu promesa!
42 Y daré respuesta al que me insulta,
porque confío en tu palabra.
43 No apartes de mi boca la palabra veraz*,
pues tengo esperanza en tus mandamientos.
44 Observaré sin descanso tu ley,
para siempre jamás.
45 Y andaré por camino anchuroso,
pues voy buscando tus ordenanzas*.
46 De tus dictámenes hablaré ante los reyes,
y no tendré que avergonzarme.
47 Me deleitaré en tus mandatos,
que amo muchísimo.
48 Tiendo mis manos hacia ti,
medito en todos tus preceptos.
Zain.
49 Recuerda la palabra dada a tu siervo,
de la que has hecho mi esperanza.
50 Éste es mi consuelo en mi miseria:
que me da vida tu promesa.
51 Los soberbios me insultan hasta el colmo,
pero yo no me aparto de tu ley.
52 Me acuerdo de tus normas de antaño,
oh Yahvé, y me consuelo.
53 Me arrebata el furor por los malvados,
que abandonan tu ley.54 Tus preceptos son cantares para mí
en mi mansión de forastero.
55 Por la noche me acuerdo de tu nombre,
Yahvé, quiero guardar tu ley.
56 Ésta es mi tarea:
guardar tus ordenanzas.
Jet.
57 Mi porción es Yahvé. He decidido
guardar tus palabras.
58 Busco con anhelo tu favor,
tenme piedad por tu promesa.
59 He examinado mis caminos
y vuelvo mis pasos a tus dictámenes.
60 Me doy prisa, sin tardar,
en observar tus mandamientos.
61 Me envuelven las redes de los malvados,
pero yo no olvido tu ley.
62 Me levanto a medianoche a darte gracias,
por la justicia de tus normas.
63 Amigo soy de los que te respetan
y observan tus ordenanzas.
64 De tu amor, Yahvé, está llena la tierra,
enséñame tus preceptos.
Tet.
65 Has sido generoso con tu siervo,
oh Yahvé, conforme a tu palabra.
66 Enséñame cordura y sabiduría,
pues tengo fe en tus mandamientos.
67 Antes de humillarme, me descarriaba,
pero ahora cumplo tu palabra.
68 Tú, que eres bueno y bienhechor,
enséñame tus preceptos.
69 Los soberbios me enredan con mentiras,
pero guardo tus ordenanzas de corazón.
70 Como de grasa se embota su corazón,
pero yo me deleito en tu ley.
71 Considero un bien ser humillado,
para así aprender tus preceptos.
72 Considero un bien la ley de tu boca,
más que miles de monedas de oro y de plata.
Yod.
73 Tus manos me han hecho y me han formado,
instrúyeme para aprender tus mandamientos.
74 Los que te respetan me miran alegres,
porque sé esperar en tu palabra.
75 Sé, Yahvé, que son justas tus decisiones,
que tú me humillas con lealtad.
76 Que tu amor sea mi consuelo,
según prometiste a tu siervo.
77 Que me alcance tu ternura y viviré,
porque tu ley es mi delicia.
78 Queden confundidos los soberbios que me calumnian,
pero yo medito en tus ordenanzas.
79 Vuélvanse hacia mí los que te respetan,
los que conocen tus dictámenes.
80 Sea mi corazón firme en tus preceptos,
para que no quede avergonzado.
Kaf.
81 Se consume mi ser en pos de tu salvación,
espero en tu palabra.
82 Se consumen mis ojos en pos de tu promesa*:
¿Cuándo me consolarás?
83 Aunque quede como un odre ahumado,
no me olvido de tus preceptos.84 ¿Cuántos años vivirá aún tu siervo?
¿cuándo juzgarás a mis perseguidores?
85 Los soberbios me han cavado fosas,
los que van en contra de tu ley.
86 Todos tus mandatos son verdad,
me persiguen con mentira, ¡ayúdame!
87 Poco falta porque me borren de la tierra,
pero yo tus ordenanzas no abandono.
88 Hazme vivir en nombre de tu amor,
y guardaré el dictamen de tu boca.
Lámed.
89 Tu palabra, Yahvé, para siempre,
firme está en los cielos.
90 Tu verdad dura por todas las edades,
tú asentaste la tierra, que persiste.
91 Tu disposición conserva todo hasta hoy,
pues todas las cosas están a tu servicio.
92 De no haberme deleitado en tu ley,
ya habría perecido en mi aflicción.
93 Jamás olvidaré tus ordenanzas,
con ellas me mantienes en vida.
94 Tuyo soy, sálvame,
pues busco tus ordenanzas.
95 Los malvados me acechan para perderme,
pero estoy atento a tus dictámenes.
96 En todo lo perfecto he visto límites:
¡Pero qué inmenso tu mandamiento!
Mem.
97 ¡Oh, cuánto amo tu ley!
Todo el día la medito.
98 Tu mandato me hace más sabio que mis enemigos,
porque es mío para siempre.
99 Gano en sagacidad a mis maestros,
porque medito tus dictámenes.
100 Gano en cordura a los ancianos,
porque guardo tus ordenanzas.
101 Aparto mis pasos del mal camino,
para guardar así tu palabra.
102 Nunca me aparto de tus normas,
porque así me instruyes tú.
103 ¡Qué dulce me sabe tu promesa,
más que la miel a mi boca!
104 Con tus ordenanzas cobro inteligencia,
por eso odio la senda del engaño.
Nun.
105 Tu palabra es antorcha para mis pasos,
luz para mi sendero.
106 Lo he jurado y he de cumplirlo:
guardar tus justas disposiciones.
107 Estoy sobremanera humillado, Yahvé,
dame la vida conforme a tu palabra.
108 Acepta, Yahvé, los votos de mi boca,
y hazme ver tu voluntad.
109 Mi vida está en mis manos sin cesar*,
pero no olvido tu ley.
110 Me tienden lazos los malvados,
pero no me desvío de tus ordenanzas.
111 Tus dictámenes son mi herencia perpetua,
ellos son la alegría de mi corazón.
112 Inclino mi corazón a cumplir tus preceptos,
que son recompensa para siempre.
Sámek.
113 Aborrezco la doblez
y amo en cambio tu ley.114 Tú eres mi escudo y mi refugio,
yo espero en tu palabra.
115 ¡Apartaos de mí, malvados,
quiero guardar los mandamientos de mi Dios!
116 Sosténme con tu promesa y viviré,
no defraudes mi esperanza.
117 Sé tú mi apoyo y estaré a salvo,
y sin cesar me fijaré en tus preceptos.
118 Rechazas a los que se apartan de tu voluntad,
que utilizan la mentira en sus cálculos.
119 Consideras* escoria a los malvados de la tierra,
por eso amo tus dictámenes.
120 Tu terror me hace temblar,
tengo miedo de tus juicios.
Ain.
121 Practico derecho y justicia,
no me entregues a mis opresores.
122 Sal fiador en favor de tu siervo,
que no me opriman los soberbios.
123 Mis ojos languidecen por tu salvación,
por tu promesa de justicia.
124 Trata a tu siervo según tu amor,
enséñame tus preceptos.
125 Soy tu siervo, hazme entender
y aprenderé tus dictámenes.
126 Ya es hora de actuar, Yahvé*,
se ha violado tu ley.
127 También yo amo tus mandamientos,
más que el oro, que el oro fino.
128 También yo me guío* por tus preceptos
y aborrezco el camino de la mentira.
Pe.
129 Tus dictámenes son maravillas,
por eso los guardo con ansia.
130 Al manifestarse, tus palabras iluminan,
dando inteligencia a los sencillos.
131 Abro bien mi boca y hondo aspiro,
que estoy ansioso de tus mandatos.
132 Vuélvete a mí y tenme piedad,
como es justo con los que aman tu nombre.
133 Afirma mis pasos en tu promesa,
que no me domine ningún mal.
134 Rescátame de la opresión humana,
y yo tus ordenanzas guardaré.
135 Haz brillar tu rostro sobre tu siervo,
y enséñame tus preceptos.
136 Ríos de lágrimas vierten mis ojos,
porque no se guarda tu ley.
Sade.
137 ¡Justo eres, Yahvé,
y rectos tus juicios!
138 Con justicia impones tus dictámenes,
con colmada fidelidad.
139 Mi celo* me consume,
pues mis adversarios olvidan tus palabras.
140 Tu promesa es pura en extremo,
y tu siervo la ama.
141 Pequeño soy y despreciado,
mas no olvido tus ordenanzas.
142 Justicia eterna es tu justicia,
verdad es tu ley.
143 Aunque me alcancen angustia y opresión,
tus mandamientos hacen mis delicias.
144 Justicia eterna son tus dictámenes,dame entendimiento y viviré.
Qof.
145 Invoco de corazón, respóndeme, Yahvé,
y guardaré tus preceptos.
146 Yo te invoco, sálvame,
y guardaré tus dictámenes.
147 Me adelanto a la aurora y pido auxilio,
espero en tu palabra.
148 Mis ojos se adelantan a las vigilias nocturnas,
a fin de meditar en tu promesa.
149 Por tu amor, Yahvé, escucha mi voz,
dame vida conforme a tus juicios.
150 Se acercan a la infamia mis perseguidores*,
se alejan de tu ley.
151 Tú estás cerca, Yahvé,
tus mandamientos son verdad.
152 Hace tiempo que sé de tus dictámenes,
que tú estableciste para siempre.
Reš.
153 Mira mi aflicción y líbrame,
que yo no olvido tu ley.
154 Defiende mi causa, rescátame,
dame vida conforme a tu promesa.
155 Lejos de los malvados tu salvación,
pues no buscan tus preceptos.
156 Grande es tu ternura, Yahvé,
dame vida conforme a tus juicios.
157 Muchos son mis enemigos y adversarios,
pero yo no me aparto de tus dictámenes.
158 Veo a los traidores y me disgusta
que no guarden tu promesa.
159 Pero yo amo tus ordenanzas, Yahvé,
dame la vida por tu amor.
160 El conjunto de tu palabra es la verdad,
tus rectos juicios duran por siempre.
Šin.
161 Unos príncipes me persiguen sin razón,
mas mi corazón teme tus palabras.
162 Yo me regocijo en tu promesa
como quien halla un gran botín.
163 Abomino y detesto la mentira,
pero amo en cambio tu ley.
164 Siete veces al día te alabo,
por la rectitud de tus juicios.
165 Rebosan paz los que aman tu ley,
ningún contratiempo los hace tropezar.
166 Espero tu salvación, Yahvé,
y cumplo tus mandamientos.
167 Aspiro a guardar tus dictámenes,
los amo sobremanera.
168 Guardo tus ordenanzas y dictámenes,
tienes presente todos mis caminos.
Tau.
169 Llegue mi grito ante ti, Yahvé,
por tu palabra hazme comprender.
170 Llegue mi súplica a tu presencia,
líbrame por tu promesa.
171 Mis labios proclaman tu alabanza,
pues tú me enseñas tus preceptos.
172 Mi lengua proclama tu promesa,
pues justos son tus mandamientos.
173 Acuda tu mano en mi socorro,
pues he elegido tus ordenanzas.
174 Anhelo tu salvación, Yahvé,
tu ley hace mis delicias.175 Que mi ser viva para alabarte,
que tus disposiciones me ayuden.
176 Me he descarriado como oveja*,
ven en busca de tu siervo.
No, no olvido tus mandamientos.
